El pleno del Congreso ha aprobado el informe de la Comisión de Fiscalización sobre el caso Ecoteva. El documento pide a la fiscalía investigar a Alejandro Toledo y a su cónyuge, entre otros, por lavado de activos y asociación ilícita para delinquir, delitos ambos de los que el Congreso dice haber recogido “suficientes indicios”. Hasta ahí el tema parecería un paso hacia adelante en el camino de la justicia. La cosa, sin embargo, se vuelve más incierta, cuando uno descubre que Perú Posible votó a favor de la aprobación del informe pues sus integrantes tienen “la conciencia completamente limpia”. No queda claro a qué estándares someterán sus conciencias los miembros de la bancada peruposibilista para hacer una declaración así respecto a un caso como Ecoteva, pero sí da la impresión de que, en todo caso, a una conciencia tranquila, los congresistas del señor Toledo suman una tranquila confianza en la fiscalía. No en vano ya en mayo de este año el Ministerio Público excluyó a Toledo de la denuncia que formuló para abrir investigación penal en el caso. Quizás valga la pena entonces recordar algunos hechos que son de dominio público y cómo, por tanto, la opinión ciudadana tiene elementos de juicio (y bastante fuertes) para evaluar lo que finalmente sea la decisión de la fiscalía respecto de estos indicios.
Así, lo primero que habría que decir es que cuando en mayo la fiscalía decidió apuntar exclusivamente a la suegra del señor Toledo, lo que hizo fue tomarle la palabra a este. Después de todo, ella presidía la sociedad desde la que se giró el dinero para las millonarias compras de la ya famosa casa de Casuarinas y de la oficina en Surco. No había, entonces, por qué pensar que “si la suegra es de Toledo, entonces el dinero es de Toledo” (palabras de Toledo). .Y en efecto, de lo uno no se deduce necesariamente lo otro. No. La deducción empieza a generarse de otro lugar. Es decir, de las sucesivas y remarcables contradicciones en las que, públicamente, empezó a incurrir el ex presidente respecto a la fuente de la que su suegra habría obtenido el dinero en primer lugar: de una indemnización millonaria por el holocausto; de un marido supuestamente millonario del que había enviudado; de un préstamo de Josef Maiman, el conocido empresario israelí amigo de Toledo; de Josef Maiman, ya no como préstamo sino directamente, pues él habría estado invirtiendo a través de la señora Fernenbug; etc.
Estas contradicciones puestas en evidencia, por otra parte, resultaron ser solo piezas de un dominó que tiene una explicación difícil de encontrar. Así, pues, resultó que el dinero provenía de una sociedad costarricense de aparente propiedad de una empleada de limpieza y un guardia de seguridad del estudio de abogados que la constituyó. Y resultó también que no solo el señor Toledo sí había tenido que ver con la constitución de esta sociedad, sino que de hecho –según declaraciones del abogado costarricense que la constituyó– esta se había fundado por un encargo expreso del ex presidente (quien, por lo demás, y según consta en su récord migratorio, sí estuvo en Costa Rica por esos días y quién, por cierto, juró en el Congreso que si se probaba que él había tenido que ver con la constitución de la sociedad costarricense renunciaba a la política). Por si esto fuera poco, apareció el corredor inmobiliario que había vendido la casa de Las Casuarinas y pudo demostrar, con e-mails intercambiados con la señora Karp, que tampoco era verdad que el ex presidente no había estado involucrado en la compra del mencionado inmueble. Mientras tanto, el vendedor de la oficina testimonió que el ex presidente Toledo había llevado a cabo directamente las negociaciones de la compra y visitado varias veces el inmueble. Al mismo tiempo se supo que esta sociedad costarricense supuestamente no relacionada con Toledo (y a cuyas cuentas habían ingresado un total de US$9 millones de procedencia hasta hoy injustificada) había pagado la hipoteca de su casa en Camacho y la compra de su casa en Punta Sal. Y así podríamos seguir.
El caso es que, a lo largo de todo el camino, el señor Toledo no hizo con sus constantemente contradictorias explicaciones más que demostrar tener mucha mejor imaginación que memoria. El país sin embargo sí debe tenerla – más de una vez ya hemos escarmentado los costos de lo contrario– y el Ministerio Público, por su parte, debe demostrar que no tiene razón la bancada del señor Toledo cuando parece estar muy tranquila con que el caso haya vuelto a derivarse a esta institución.