En apenas una semana se llevarán a cabo los comicios subnacionales. Pero, para ser un evento al que suele llamársele una fiesta democrática, parece haber poco ánimo celebratorio. Campañas anodinas, partidos políticos sin identidad y candidatos inexpertos –cuando no imputables– conspiraron con un ambiente político nacional en ebullición para entregar un período electoral para el olvido. Más allá de los políticos aspirantes y sus círculos cercanos, no muchos miran con ilusión –o siquiera interés– lo que sucederá el próximo domingo 2 de octubre.
La responsabilidad central de este deslucido proceso político está en los propios movimientos en contienda. Sin vida partidaria real, las organizaciones por las que votaremos en una semana –se sabe– han escogido mayoritariamente candidatos en función de sus probabilidades de ganar o cercanía con el dueño del partido antes que basándose en criterios mínimos de meritocracia o idoneidad para el cargo.
La oferta electoral es, pues, pobre. No obstante, y aun así, un voto informado puede hacer la diferencia entre tener a una autoridad que cumpla razonablemente bien su labor y una que ocupe su tiempo en llenar la arcas propias. Lo que está en juego no es poco. Este año, por ejemplo, dos de cada tres soles presupuestados para toda inversión pública nacional están a disposición de los alcaldes y los gobernadores regionales. En sectores fundamentales para la ciudadanía y el cierre de brechas, como la inversión en saneamiento, la cifra sube a casi el 80%.
La urgencia de contar con gestiones edilicias y regiones adecuadas se siente en todo el país, y es causa parcial de la desazón actual. De acuerdo con la Contraloría General de la República (CGR), existen 1.704 obras paralizadas que corresponden a gobiernos locales y 274 obras en similar condición en gobiernos regionales. Asimismo, la Unidad de Periodismo de Datos de El Comercio (EC Data) publicó el mes pasado que 1.403 candidatos (12% del total) consignan que tuvieron sentencias judiciales. Aunque hoy suene paradójico, históricamente cuando se comenta sobre la inoperancia y corrupción del sector público, los ecos deberían sonar tanto más fuerte en las oficinas de los alcaldes y gobernadores.
A pesar de la cercanía de los comicios, aún queda tiempo suficiente para reflexionar sobre el sentido del voto. Es comprensible que para algunos la sensación de estar nuevamente ante la elección del ‘mal menor’ invite a la indiferencia sobre las opciones de la cédula de votación, pero ese es precisamente parte del problema que nos ha traído hasta aquí. Informarse en estos días sobre los candidatos de turno y sus propuestas –su viabilidad, redundancia, priorización, etc.– no solo es una buena idea; es un deber ciudadano.
En el caso de Lima, por ejemplo, de acuerdo con la encuestadora Datum, el 40% aún no tiene decidido su voto. Una oportunidad para tomar una decisión informada está en el debate de hoy a las 8:00 p.m., organizado por el Jurado Nacional de Elecciones (JNE), en el que aspirantes al sillón municipal de la capital tratarán temas sociales, económicos, territorial-ambientales e institucionales.
Inevitablemente, nos preparemos adecuadamente o no, el Perú se despertará el lunes 3 de octubre con aproximadamente 2.000 nuevas autoridades electas con control sobre todo el territorio. Estas dirigirán los destinos de las regiones y las ciudades del Perú por los siguientes cuatro años. Así, la pobre oferta electoral no debería ser motivo para la desatención o la indiferencia ciudadana en el proceso, sino que, por el contrario, hace aún más urgente darle un sentido lógico y meditado a cada voto. Esta podrá ser una fiesta democrática con poco que celebrar, pero si no se le presta atención suficiente, la resaca igual será larga y costosa.