El domingo, en una entrevista en el programa "Agenda Política", el ministro de Justicia y Derechos Humanos, Aníbal Torres, afirmó que los nexos que vinculan al titular de Trabajo, Iber Maraví, con Sendero Luminoso son "cuentitos". (Foto: Ministerio de Justicia).
El domingo, en una entrevista en el programa "Agenda Política", el ministro de Justicia y Derechos Humanos, Aníbal Torres, afirmó que los nexos que vinculan al titular de Trabajo, Iber Maraví, con Sendero Luminoso son "cuentitos". (Foto: Ministerio de Justicia).
Editorial El Comercio

Este domingo, el programa periodístico “Panorama” presentó que presenció el ataque a la Municipalidad Provincial de Huamanga en el 2004 y afirma haber visto al actual titular de Trabajo, , entre los atacantes. Como se sabe, el atentado derivó a la larga en una toma del local y, de acuerdo con la testigo –una mujer de 51 años que por temor ha preferido mantener su identidad en reserva–, el hoy ministro habría estado entre quienes intentaron matar a un grupo de trabajadores que quedó atrapado en el recinto municipal. “Estoy acá porque no es justo que un tipo que ha cometido tantos delitos venga ahora a ser ministro”, ha declarado la denunciante.

De más está decir, desde luego, que no basta una aseveración como esa para detener a nadie. Para que tuviera consecuencias penales, la versión recogida en el reportaje tendría que ser probada más allá de toda duda razonable... Pero eso no equivale a sostener que la permanencia de Maraví en el Gabinete no constituye un problema para esta administración. Al contrario: es uno de los cuestionamientos más severos que ella enfrenta.

Y eso es así porque, en lo que concierne al gobierno del presidente en general y al ministro de Trabajo en particular, las abrumadoras acusaciones de vinculación con las ideas y actos del terrorismo no pueden ser vistas como eventos aislados. Componen, más bien, una constelación de indicios consistentes entre sí, que se prestan verosimilitud los unos a los otros, y generan en consecuencia un conflicto político de proporciones. Un conflicto, dicho sea de paso, que las encuestas ya registran (de acuerdo con el último sondeo de El Comercio-Ipsos, la gestión del actual mandatario lo hacen “porque está rodeado de simpatizantes del terrorismo”).

Llaman la atención, en ese sentido, las respuestas que el oficialismo ensaya cuando este asunto es puesto sobre el tapete. Confrontado con esta realidad, por ejemplo, el ministro de Justicia y Derechos Humanos, (asesor jurídico del Ejecutivo), tiende a internarse en elucubraciones falaces y poco sustanciosas. Según él, los testimonios que sindican a su colega Maraví como un antiguo protagonista de acciones terroristas son “cuentitos” producto del hecho de que “en el Perú se pueden conseguir testigos y peritos para cualquier cosa”. Y cuando se le enrostran los datos que permiten vincular tanto al ya mentado Maraví como al presidente del Consejo de Ministros, , con , retruca: “¿Y por qué no dijeron algo cuando Vargas Llosa, que era comunista en la Universidad Mayor de San Marcos, verdaderamente comunista, postuló a la Presidencia de la República?”. Una formulación auténticamente ‘terruquera’, pues confunde comunismo con terrorismo…

Curiosamente, Torres recibió ayer fuego nutrido de parte de la bancada de Perú Libre por haber sostenido que es para el Gobierno. “El ministro invitado […] ha emitido opiniones contrarias al partido, sus dirigentes y militantes, lo que consideramos inaceptable”, expresó el grupo parlamentario oficialista a través de un comunicado. A todas luces, una crítica por las razones equivocadas.

Lo que realmente sorprende, no obstante, es que el titular de Justicia sea capaz de detectar el considerable obstáculo para la gobernabilidad que supone la presencia de un acusado (y sentenciado) por corrupción en el entorno presidencial como Cerrón y simule en cambio ceguera frente a la tremenda piedra en el camino que constituye tener a más de un ministro con afinidades probadas con el senderismo en el Gabinete. Del mismo modo, tampoco se entiende cómo puede ser, al mismo tiempo, uno de los ministros que se ha manifestado de manera más tajante tras (al que correctamente ha llamado “genocida”) y, en cambio, volverse tibio cuando se trata de pronunciarse sobre los nexos de algún compañero del Gabinete con el legado del mayor criminal de nuestra historia.

¿Le parecen acaso fábulas indignas de evaluación de inicios de los 80 que señalan a Iber Maraví como participante en más de un atentado senderista? ¿Ficciones a las que no hay que dar crédito las filmaciones en las que aparece con dirigentes del Movadef o sus recientes con los representantes del Funetcincences?

Si tales circunstancias merecen a su criterio el título de “cuentitos”, tendrá que convenir al menos con nosotros en su pertenencia a uno de los géneros más conocidos: el del terror.

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