Hoy la presidenta Dina Boluarte se dirigirá a la nación en lo que será su primer mensaje por Fiestas Patrias. Con casi ocho meses en el cargo, y considerando la preocupante actualidad del país en múltiples frentes, no cabe ya hablar aquí de aprendizajes ni de ensayos. Le corresponde a la mandataria, pues, trazar una ruta clara de hacia dónde y de qué manera piensan ella y su equipo enrumbar al país, salvo, claro está, que a lo que apunten en los tres años que –parece cada vez más claro– les quedan por delante sea solo a sostenerse.
En el frente económico, hay mucho por hacer. Más allá del debate de las últimas semanas sobre si estamos o no en recesión, lo cierto es que la economía peruana continúa perdiendo impulso… y lo que se ve adelante del camino no es nada auspicioso, particularmente con el impacto del fenómeno de El Niño global que se espera para los próximos meses y con la ausencia de proyectos de gran envergadura en el horizonte y el entrampamiento de otros.
Por el lado del empleo, aunque es cierto que este se ha ido recuperando, su repunte ha sido defectuoso, con un incremento preocupante en el informal y una recuperación mucho más discreta en el empleo adecuado. Según el INEI, por ejemplo, mientras el empleo adecuado en Lima Metropolitana se encuentra un 4,7% por debajo de sus niveles del 2019 –antes de la irrupción del COVID-19–, los subempleados en la capital son hoy un 26,8% más que hace cuatro años. Las cifras de inflación, ingreso por habitante (todavía por debajo de los niveles prepandemia), inversión privada y pobreza (creció 1,6 puntos durante el 2022) terminan de componer un cuadro sombrío. Y, sin embargo, no se ha visto hasta ahora una estrategia clara del Gobierno para romper con la inercia y evitar que el 2023 sea un año de oportunidades malgastadas, como lo han sido los dos anteriores.
En lo que respecta al ámbito político, si el Congreso es incapaz de promover las reformas políticas que el país requiere para evitar que la crisis que hemos vivido en los últimos años se prolongue, pues entonces el Gobierno tiene la obligación histórica de enarbolar esa bandera. Sería un error, asimismo, que el Ejecutivo continúe en esta especie de pacto de no agresión con el Parlamento y siga evitando observar –o haciéndolo a medias– las leyes aprobadas por este poder del Estado que son claramente perjudiciales para el país, como aquella que deforma la colaboración eficaz.
En salud, por otro lado, si ya el paso trágico del COVID-19 por nuestro territorio era una razón más que suficiente para reformar el sector, la epidemia del dengue que gestionó tardía e inadecuadamente este gobierno y las advertencias de que los fenómenos climáticos podrían espolear otros brotes son campanadas de alarma para que se tomen los correctivos y las previsiones necesarias antes de que se pierdan más vidas. Preocupan, en ese sentido, los indicios de malos manejos en Essalud detectados por este Diario en los últimos meses y el manoseo de la institución en cuya cabeza esta administración ha colocado recientemente a personas con serios cuestionamientos.
La inseguridad ciudadana es otro tema que merece una atención urgente, con cifras de espanto en lo que respecta a extorsiones y asesinatos por encargo que tiñen las calles de las principales ciudades del país con sangre prácticamente a diario. No podemos dejar de mencionar tampoco la dramática situación de la anemia, cuya prevalencia en niños de entre seis y 35 meses creció entre el 2021 y el 2022 de 38,8% al 42,4%, ni el pasmo con el que el país parece dirigirse el próximo verano al azote de El Niño global sin levantar las obras de prevención que deberían estarse construyendo desde ahora.
Todos estos y otros problemas más que la prensa ha venido aireando en los últimos meses los conoce de sobra el Gobierno. Por lo que el mensaje de la mandataria será un buen indicativo para saber si su administración realmente piensa gobernar o si solo busca sobrevivir. Ese será el verdadero mensaje que escucharemos en su discurso de hoy. El país estará atento.