Editorial: El fallo y las fallas
Editorial: El fallo y las fallas
Redacción EC

Luego de una reunión de 14 horas en Santiago, los cancilleres y ministros de Defensa del Perú y Chile acordaron un cronograma para definir las coordenadas y los puntos de base de la frontera marítima que fijó la corte, trabajo que debería concluir a fines de marzo. Según la ministra Rivas, no se discutió sobre el denominado triángulo terrestre porque está claro que el fallo versa únicamente sobre la frontera marítima y que el tema fue zanjado por el Tratado de 1929. Además, se acordó que ingrese, por primera vez, un buque y una patrullera peruana al triángulo interno, aquella extensión de mar de más de 21 mil kilómetros cuadrados que Chile ocupaba y que el fallo de La Haya le reconoció al Perú.

Parece entonces que la razón, la calma y el respeto por el derecho internacional siguen prevaleciendo en este asunto, como debe ser. Y que, además, pronto tendremos cerrados los detalles finales de la última excusa que podía alejarnos del vecino del sur, con el que solo deberíamos tener una relación de hermanos. Nuevamente, tenemos que reconocer la excelente labor que la diplomacia peruana ha realizado en este asunto.

Ahora, esta ocasión también debería ser aprovechada para enmendar aquellos fallos que ha tenido la legislación peruana que rige nuestro océano. Para empezar, si bien el Perú siempre ha sido respetuoso de los principios del derecho internacional del mar, es momento de afinar cualquier reglamentación interna que pudiese dar la impresión de que esto no es así. Algo a lo que, de hecho, se han comprometido mutuamente los cancilleres del Perú y de Chile.

Asimismo, deberíamos tomar esta oportunidad para solucionar las fallas que existen en nuestra regulación pesquera y que dificultan que aprovechemos todo el potencial del mar que ya teníamos antes de la resolución de La Haya y del que se nos ha reconocido recientemente.

De forma absurda, el gobierno le ha impuesto a la pesca industrial de anchoveta del sur peruano una restricción: no se puede pescar antes de la milla 7, un límite arbitrario carente de sustento científico porque en esa zona el talud es vertical y las aguas costeras son mucho más profundas, de modo que los aparejos de la pesca de cerco no llegan al fondo del mar, no causan daño alguno al ecosistema que permite la reproducción de otras especies y tampoco capturan peces distintos a la anchoveta adulta. Esto es así por lo menos a partir de la milla 2,5, como se demostró en exploraciones hechas durante el gobierno de transición cuando el ministro era Ludwig Meier. De modo, pues, que en esa zona la pesca de anchoveta se puede acercar mucho más a la costa sin peligro para otras especies. 

Por esta misma razón, Chile tiene para su costa norte un régimen llamado de ventanas de penetración, que permite a las bolicheras acercarse casi hasta la milla 1 en las áreas más profundas. Esa sería la explicación de que en el 2013 las embarcaciones pesqueras chilenas hayan capturado en el norte de Chile más de cinco veces la cantidad de toneladas de anchoveta que las peruanas en el sur de nuestro país, cuando desde que se tiene registro la diferencia entre ambas capturas nunca había sido tan significativa (e incluso hubo un año en el que la peruana fue mayor). Todo esto significa, además, que es altamente probable que los cardúmenes que nuestras bolicheras no capturan por la mencionada restricción los atrapan las chilenas. Tampoco es coincidencia que, si se observa la serie histórica, nunca haya sido tan baja la pesca de anchoveta en el sur del Perú como lo fue el 2013, luego del establecimiento del discutible límite a la pesca industrial.

La ministra ha argumentado que la exclusión de la flota industrial de las primeras 7 millas ha permitido devolverle el mar a los pescadores artesanales y, así, aumentar la pesca de consumo humano. Pero las estadísticas de su propio sector la desmienten. En efecto, mientras existía un régimen similar al de las ventanas de penetración, en el 2009 la pesca de consumo humano alcanzó 6.184 toneladas y en el 2011 fue de 5.376 toneladas (el 2010 fue un año anormal de temperaturas elevadas). En cambio, en los años 2012 y 2013 (que no tuvieron ventanas de penetración), la pesca de consumo humano fue de 3.296 y 3.655 toneladas, respectivamente. De modo que la realidad es al revés de lo que argumenta el ministerio.

Por todo esto, es hora de hacer los cambios legales que sean necesarios para enmendar los errores que impiden que aprovechemos los recursos del océano que hemos ganado y los del que ya teníamos. Y es que no tiene sentido haber luchado tanto por nuestro mar, para luego desperdiciarlo por culpa propia.