Editorial: El halcón repentino
Editorial: El halcón repentino

Existe en la política estadounidense una distinción entre los líderes que son partidarios de las soluciones militaristas a los problemas externos del país y los que prefieren la negociación y el entendimiento a través de la diplomacia. Se denomina a los primeros halcones y a los segundos, palomas, por las ideas de agresividad y pacifismo que por lo común se asocian a cada una de esas aves.

La distinción, sin embargo, ha resultado tan práctica y popular, que muchos otros países la han adaptado a su realidad para identificar a las facciones políticas que se forman en ellos a propósito de problemas que ya no solo tienen que ver con tensiones internacionales, sino con los conflictos que pueden producirse al interior de sus territorios; o, en general, con las recetas ‘duras’ o ‘blandas’ para enfrentar cualquier tipo de situación difícil.

En el Perú, el uso de estas expresiones no es muy frecuente, pero si hubiera que aplicarlo, por ejemplo, a algunos de nuestros últimos presidentes, Fujimori y Humala serían los únicos en los que se podrían detectar algunas características de lo primero, mientras que Paniagua y se ubicarían definitivamente dentro del segundo grupo.

En lo que concierne a este último, quizá el episodio del ‘arequipazo’ sea el que más claramente lo marcó como un gobernante alejado de las soluciones duras y, salvo por el enérgico momento de la Marcha de los Cuatro Suyos, siempre se lo ha visto como un líder poco propenso a las asperezas.

Por eso, ciertas declaraciones suyas de esta semana, que contrastan de modo dramático con esa imagen, han llamado poderosamente la atención.

En una sola aparición pública, el ex presidente se las arregló efectivamente para plantear la participación de las Fuerzas Armadas en la, la restitución del servicio militar obligatorio y el establecimiento de la cadena perpetua para “los violadores de menores de edad y delincuentes avezados y recurrentes”. Se trata, por cierto, de medidas que han sido ya todas demandadas antes por otros líderes políticos, pero que en él resultan inéditas y hasta contradictorias. Sobre todo si tenemos en cuenta que, en época tan reciente como junio pasado, se pronunció sobre el primero de estos asuntos en un sentido completamente opuesto.

En esa ocasión, Toledo rechazó que las Fuerzas Armadas patrullasen las calles de la ciudad –como algunas autoridades locales venían solicitando– porque “daría una mala imagen en el exterior”. Y, como para que no cupiesen dudas, añadió: “Lo que tenemos que hacer es fortalecer a la policía; es decir, darle implementos básicos, pagarles mejor y fortalecer la estrategia efectiva”. Una reflexión sensata a la que habría que agregar la afectación que una intervención semejante supondría para los derechos relativos a la libertad y seguridad de los ciudadanos.

Por otro lado, para tratar de dar sustento a su alineamiento con ese otro atropello a la libertad individual que es el obsoleto servicio militar obligatorio, ha aseverado que ello permitirá que los jóvenes “tengan una profesión y no caigan en la tentación de la delincuencia”. Un lugar común que ignora que esos jóvenes, como cualquier adulto, tienen derecho a conducir su propio proyecto de vida según sus anhelos y posibilidades, y no tienen por qué suspenderlo para entregar, a la fuerza, su tiempo y sus energías de trabajo al Estado.

Finalmente, con respecto a la cadena perpetua para los violadores de menores y los criminales recurrentes, si bien es cierto que es una idea de la que habló hace dos meses, no ha aportado ni una consideración sobre por qué de pronto, después de haber gobernado cinco años y haber liderado por otros nueve más su partido político, ha llegado a la conclusión de que es un cambio necesario.

¿Qué ha movido repentinamente al líder de Perú Posible a convertirse en el halcón que nunca fue? Acaso la respuesta habría que buscarla en la apremiada situación política que vive por su pobre aprobación en las encuestas y las citaciones a comisiones investigadoras del Congreso –como la que ve la presunta red criminal de – sobre casos a los que antes no se lo consideraba vinculado. 

Alguien tendría que advertirle, sin embargo, que estas transformaciones inverosímiles en realidad no distraen a nadie y lo único que consiguen es apartar de él una de las señas que le permitió convocar alguna vez una importante adhesión ciudadana.