En los últimos días, ha circulado un rumor sobre un supuesto crecimiento del postulante a la presidencia de Todos por el Perú, Julio Guzmán, en las encuestas. No se sabe de un sondeo en concreto donde ese dato aparezca ni de la cifra que expresaría tal incremento en la intención de voto por él, pero no faltan entusiastas de su candidatura que sostienen –sobre todo en las redes– que el fenómeno es verdadero y que era previsible, habida cuenta del talante ‘técnico’ y alejado de la política menuda de sus propuestas.
Con cargo a comprobar en las próximas encuestas si el referido crecimiento efectivamente se ha producido, vale la pena, entonces, examinar si la imagen que sus partidarios quieren asociar a él se condice con la realidad o es solo otra de esas etiquetas –‘el estadista con experiencia’, ‘la redentora de un proyecto otrora autoritario’ ‘el hombre que se hizo desde abajo’, etc.– un tanto hiperbólicas con las que varios de los participantes tradicionales de esta campaña –y a los que Guzmán no duda en llamar ‘dinosaurios’– circulan frente a la ciudadanía.
Hay que señalar, antes que nada, que el candidato de Todos por el Perú es un economista que ha pasado por diversas instituciones académicas, aquí y en Estados Unidos, y que tiene experiencia laboral en el sector privado y en el sector público. Pero en lo que concierne a este último, las responsabilidades que le tocó desempeñar duraron poco (primero fue viceministro de MYPE e Industrias por cinco meses y luego, secretario general de la Presidencia del Consejo de Ministros por siete; en ambos casos durante este gobierno), por lo que no puede colegirse de ellas que sea un conocedor de los resortes del Estado.
Con o sin experiencia sustantiva en el sector público, sin embargo, lo medular es revisar sus propuestas para ver si las asiste el carácter ‘técnico’ que sus partidarios les atribuyen, o estamos solo ante un fraseo sonoro y sin concreciones a la vista, como el de tantos de los ‘dinosaurios’ respecto de los cuales quiere diferenciarse.
Así, en el documento “Qué pensamos”, que lleva las señas de su candidatura y es de fácil acceso en Internet, podemos leer la enumeración de las medidas que propone para lograr la pieza clave de su plan de progreso para el país: “prender el motor del medio” (la clase media emergente que, a su juicio, impulsará “el consumo y la innovación sobre la base de sus talentos”).
¿Cuáles son esas medidas? Pues generalidades como “inversiones masivas en educación en todos los niveles, incluyendo áreas no tan comunes como la capacitación laboral”. O “inversiones masivas en salud y reducción de precios de medicamentos” e “implementación de una estrategia integral de seguridad ciudadana”. O también “fortalecer la seguridad jurídica de todos los peruanos” y “apostar por una descentralización moderna y transparente como una forma fundamental de aprovechar lo que nos ofrece nuestra geografía y nuestra gente”.
Es decir, lugares comunes con los que nadie puede estar en desacuerdo, pero respecto de los cuales no se incluye ni una pista de cómo alcanzarlos. Un problema que, por cierto, afecta también a prácticamente todas las candidaturas de los políticos y políticas conocidos que le llevan ventaja en las encuestas... Pero en eso radica, precisamente, el problema: en el hecho de que Guzmán, por lo observado hasta el momento, no ofrece diferencia alguna respecto de ellos. Y mucho menos, el perfil ‘técnico’ que sus promotores en el ciberespacio quieren.
A la espera, entonces, de que los próximos sondeos confirmen o desmientan el rumor de que se ha convertido en un aspirante mediano a la Presidencia de la República, lo que podemos anticipar desde ya es que, en lo que concierne a la vacuidad esencial de sus propuestas electorales, ya es un competidor importante. Entre otras razones, porque cuando se trata de pintar paraísos gaseosos a los votantes, no hay demagogo chico.