Ayer, el pleno del Congreso (con 78 votos a favor) aprobó la censura del ministro de Educación, Jaime Saavedra, quien deberá renunciar a su cargo y el presidente, Pedro Pablo Kuczynski, nombrar a su sucesor.
El debate y la votación eran prácticamente una formalidad, pues ya diversos voceros de la bancada fujimorista –que cuenta con mayoría absoluta y podía, por sí sola, disponer la salida del ministro– habían adelantado que insistirían con la censura. A los 72 parlamentarios de Fuerza Popular (FP) se sumaron tres del Apra, uno del Frente Amplio, uno de Alianza para el Progreso y Roberto Vieira, expulsado de la bancada de Peruanos por el Kambio.
Las intervenciones de los voceros de los partidos propulsores de la censura (FP y el Apra), sin embargo, sí fueron útiles para ilustrar el nivel del discurso político que prevaleció en el hemiciclo durante las últimas semanas y que “sustentó” la censura.
Por ejemplo, Javier Velásquez Quesquén, en representación del Apra, se dedicó a defender la potestad constitucional de la censura, una facultad que nunca fue controvertida sino más bien la razonabilidad en su ejercicio. Asimismo, el legislador puso en entredicho la constitucionalidad de una eventual cuestión de confianza, pese a que esta se encuentra claramente contemplada en la Constitución, no era materia de debate en el Parlamento, y días atrás había sido descartada por el presidente Kuczynski.
Mientras que Luis Galarreta, vocero de FP, se extendió en elogios a algunos periodistas para cuestionar a otros que habían criticado la moción de censura. Mostrando una preocupante intolerancia frente a posiciones discrepantes, el vocero fujimorista llegó a afirmar: “La reacción de algún sector de los medios de comunicación […] no se veía desde la época [en] que Montesinos manejaba los medios de comunicación”, e inquirió luego: “¿Quién es el Montesinos de este gobierno?”. Una nueva reminiscencia al famoso ‘Doc’ –principal cómplice de Alberto Fujimori en el probablemente más corrupto gobierno de la historia del país–, a las que ya nos tiene acostumbrados el efusivo adalid del fujimorismo, que apenas sirve para evidenciar que sus problemas de memoria son solo equiparables al desparpajo de sus afirmaciones.
En resumen, el debate de ideas y la confrontación de hechos estuvieron nuevamente ausentes. Y aun así, la sesión de ayer fue ostensiblemente superior en el nivel de la discusión a aquella en la que se debatió la interpelación de Saavedra, cuando las alusiones a que las pruebas PISA –la evaluación educativa de mayor prestigio en el mundo y conducida por la organización de países más desarrollados a la que aspira integrar el Perú (la OCDE)– eran ‘bamba’, ‘psicosociales’ o ‘cortinas de humo’ dejaron una sensación de vergüenza ajena.
Recién en las postrimerías del debate previo a la votación, tuvo lugar una de las pocas intervenciones en las que sí se abordaron asuntos relacionados con los supuestos motivos que colocaron en un primer momento al titular de Educación como objeto de interpelación (las compras de computadoras y la organización de los Juegos Panamericanos).
Hacia el final de su intervención, el congresista Galarreta afirmó: “El ministro de la billetera que reparte como cancha y que frente a hechos de corrupción no ha tenido la capacidad de enfrentarlos”, obviando que el Ministerio de Educación (Minedu), además de requerir la renuncia de la funcionaria Ruth Vilca, involucrada en la investigación fiscal por el proceso de compras de las computadoras, también la denunció penalmente. Y también soslayó el parlamentario que, sin perjuicio del presunto enriquecimiento ilícito por el que se investiga a algunos funcionarios del Minedu, en dicho caso no existen objeciones respecto a alguna sobrevaloración de los bienes adquiridos que hubieran generado un dispendio del tesoro público, un aspecto que sí ha sido cuestionado en las compras de canastas navideñas y computadoras realizadas recientemente por el Congreso, y que son materia de investigación por la contraloría.
Así, la de ayer fue solo la culminación de una insensata demostración de fuerza por parte del fujimorismo y poco más que eso; pues, contrariamente a lo manifestado por su vocero parlamentario, no parece ser la preocupación por “la billetera” la razón que motivó la salida de Saavedra. Al menos no la billetera del ministerio.