Dos días atrás, al jurar como el nuevo alcalde metropolitano de Lima, Rafael López Aliaga anunció lo que, a su entender, son los retos más importantes de la gestión que tiene por delante. Se comprometió, sobre todo, a llevar servicios básicos a los vecinos menos favorecidos de la ciudad. Mencionó específicamente la seguridad, la electricidad, el agua, la reforestación y la alimentación. Y recordó, a propósito de esto último, la promesa de “hambre cero” planteada a lo largo de la campaña que finalmente lo condujo a la victoria electoral.
Se trata, desde luego, de iniciativas de gran importancia porque tocan necesidades neurálgicas de la población a la que quiere atender de manera prioritaria y que, además, se relacionan indiscutiblemente con la responsabilidad que ha asumido. Enumeró, sin embargo, otros cometidos que son discutibles, como, por ejemplo, el de proponerle al concejo una norma para obligar a las farmacias a tener un espacio “de un metro o un metro y medio” destinado a la oferta de medicamentos genéricos. Si no estuviesen dispuestas a hacerlo, adelantó, no se les daría la licencia para operar. De otra parte, proclamó también su voluntad de “limpiar” el nombre y la memoria de Luis Castañeda Lossio, el exalcalde de Lima que falleció el año pasado mientras era investigado por denuncias de corrupción vinculadas al Caso Lava Jato. Y la verdad es que ambos empeños no corresponden a las tareas de oficio de un burgomaestre de la capital.
Hay materias urgentes. Por ejemplo, atender el caos del transporte junto con la Autoridad de Transporte Urbano para Lima y Callao (ATU) y la culminación de los planes y proyectos que la gestión anterior ha dejado inconclusos.
En lo que concierne a lo primero, hablamos de un problema que se ha transformado en la peor pesadilla de los limeños por la forma en que consume su tiempo en vano. Una pesadilla que ninguno de los previos ocupantes del sillón de Nicolás de Ribera ‘El Viejo’ ha sabido enfrentar con eficacia. Desde este Diario hemos denunciado las diversas mafias que controlan el transporte en la ciudad y ya es hora de enfrentarlas desde el municipio.
En lo que toca a las iniciativas pendientes, de otro lado, la lista es larga. Ahí está, para empezar, la ampliación del Metropolitano hasta Carabayllo; irónicamente ya inaugurada, pero sin fecha fiable para empezar a funcionar. Según ha señalado el municipio a este Diario, los trabajos “están en proceso de acabados”. Concretamente, hay vías principales y auxiliares, pasos peatonales, áreas verdes y otros detalles de la obra sin terminar. Existen asimismo más de 200 observaciones planteadas por ATU y aún no subsanadas.
En parecida situación se encuentran el puente Huaycoloro, ubicado en la autopista Ramiro Prialé, y “el Club de la Familia” de Ate (previstos para algún momento de este año), así como los proyectos de dos teleféricos que todavía no tienen expediente técnico.
En materia de seguridad, por último, no se ha cumplido hasta ahora con la integración de las centrales de videovigilancia de todos los distritos de Lima ni con la puesta en funcionamiento de 600 cámaras destinadas a ese mismo fin y licitadas hace ya más de cuatro años.
A todo esto deberá dedicar su atención el alcalde metropolitano recién estrenado en el cargo, sin descuidar, como es lógico, lo que ya está funcionando con buenos resultados, como, por ejemplo, la recuperación del Centro Histórico de Lima. Y deberá hacer todo esto mostrando sus mejores dotes de gestor en un municipio que atraviesa una complicada situación financiera que hará más difícil sacar adelante las obras que los limeños necesitan.