Editorial El Comercio

Una de las falacias lógicas más conocidas es el argumento ad hominem. Este toma forma cuando se descarta algún postulado sin hacer referencia a su propia consistencia interna o veracidad, sino simplemente desacreditando a quien lo profirió. En el Perú, curiosamente, el exjefe de la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM) y la llamada ‘’ –que difunde un día sí y otro también sus comentarios– han logrado invertir la falacia: los argumentos e ideas que se deslizan ahí son tan burdos que no resisten mayor análisis ni se pueden tomar en serio, pero descartarlos de plano es un error, ya que quien los hace es una persona con ascendencia sobre un buen grupo de la población.

En una administración caracterizada por la rotación y deslices constantes en nombramientos de altos cargos, Torres fue de las pocas personas que acompañaron al presidente durante toda su gestión. Primero como ministro de Justicia y Derechos Humanos, luego como titular de la PCM y, finalmente, en los últimos días del gobierno, como asesor del mismo despacho. Se podría decir con justicia que es la persona más identificada con el régimen luego del propio mandatario. Ello popularizó su imagen.

El uso que le dio Torres a su recién hallada presencia pública no ha podido ser peor. Desde su etapa como funcionario se caracterizó por los desplantes, los insultos y la nula vocación de diálogo con quien sea que opinase distinto. Fue en estas circunstancias, por ejemplo, en las que aseguró que correrían “ríos de sangre” si Castillo era separado de la presidencia. A su salida del gobierno –luego de participar activamente en el intento de golpe de Estado–, redobló sus agravios y cultivó una historia alternativa de lo sucedido el 7 de diciembre, que encontró terreno fértil en la misma ‘prensa alternativa’ que él había ayudado a impulsar desde la PCM.

Por supuesto, en ambos términos –en la historia y en la prensa– el adjetivo ‘alternativa’ es solo un eufemismo. La narrativa de Torres y sus aliados –como el exministro Íber Maraví– que sugiere que el golpe de Estado lo dio el Congreso en contra de Castillo, y no a la inversa, es simplemente mentira. De igual modo, los difusores seriales de noticias tendenciosas o falsas en redes sociales no pueden ser considerados parte de la prensa nacional, bajo ningún estándar razonable. De acuerdo con un análisis del Centro Wiñaq, Torres es el personaje que más apariciones registra en estos espacios, seguido del congresista y también ex PCM Guido Bellido.

En las últimas semanas, Torres y otros cercanos al gobierno de Castillo han colaborado activamente en encender los ánimos para la protesta de este miércoles. En sus redes sociales, por ejemplo, publicó el sábado: “La amenaza y maltrato cívico-militar del gobierno a la población incrementa su indignación a la velocidad de un rayo. Si quieren un poquito al Perú, atiendan al pueblo que les dice que se vayan, caso contrario, a la larga o la corta, el desenlace será fatal”, en claro tono amenazante. Otros que se subieron también al carro vencedor de Castillo en julio del 2021, como la excandidata presidencial Verónika Mendoza y la ex PCM Mirtha Vásquez, convocan a la marcha de protesta en contra del mismo gobierno que en su momento acogieron con beneplácito y sonrisas.

A estas alturas, las intenciones son claras. No es necesario andar con ambages. La estrategia de estos operadores políticos despechados no es la protesta legítima; es el desgobierno, la violencia y el caos para regresar ellos al poder. Con tal fin se sirven de desinformación en canales de comunicación masivos capaces de vender una mentira como la del supuesto golpe contra Castillo que ha logrado engañar a la mitad de la población nacional. Sería un error, por lo tanto, descartar de buenas a primeras sus absurdas teorías e ignorarlos. La desinformación se combate con información y, cuando cruza la línea de lo legal y tiene consecuencias graves, con las herramientas de las que se dispone en cualquier Estado de derecho.

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