(Foto: Presidencia de la República)
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Editorial El Comercio

El nuevo Gabinete Ministerial presidido por César Villanueva juró a inicios de semana. Pese a que en varias carteras no se han efectuado aún anuncios acerca de las líneas directrices que les servirán de guía, las vinculaciones partidarias de algunos de los ministros (como Salvador Heresi, secretario general de Peruanos por el Kambio; Liliana La Rosa, afiliada hasta hace pocos meses al Frente Amplio; y el propio Villanueva, legislador por Alianza por el Progreso) han sido identificadas como un intento del gobierno por tender una mano al Congreso.  

Gestos como este dan la impresión de que para el Ejecutivo será importante lograr acercamientos duraderos con el Parlamento –algo en lo que la administración de Pedro Pablo Kuczynski no tuvo éxito–. Esta no debería ser, sin embargo, la única estrategia respecto a la que el presidente Vizcarra y sus ministros se distancien de sus predecesores. Los nuevos integrantes del Gabinete deberán procurar también no confundir respaldo popular con populismo. 

El equipo de gobierno de Kuczynski confundió ambos conceptos en más de una ocasión. Así, desde el inicio de su mandato intentó infructuosamente granjearse el soporte de ciertos sectores de la ciudadanía con medidas cortoplacistas y altamente cuestionables. Cabe recordar, sino, que la primera iniciativa legislativa del Ejecutivo en el 2016 fue el proyecto de ley para salvar, por enésima vez, a Doe Run de la liquidación. Una propuesta que fue presentada luego de que el entonces mandatario conminara a los trabajadores de la empresa a marchar al Congreso para que “no dejen morir La Oroya”. Y una de las últimas normas promulgadas por Kuczynski fue la del incremento de la remuneración mínima vital de S/850 a S/930, planteado cuando procuraba salvarse del segundo pedido de vacancia presidencial en su contra. 

Además del ámbito laboral –donde ninguno de los titulares del sector intentó emprender una reforma seria que permita enfrentar con éxito la informalidad en la que se encuentran 7 de cada 10 trabajadores–, durante los gabinetes Zavala y Araoz hubo otros sectores atraídos por el populismo.  

En Agricultura, por ejemplo, se aprobó una inyección de S/150 millones de capital para Agrobanco durante la gestión de José Manuel Hernández (quien originalmente había pedido S/500 millones para reducir las tasas de interés en los préstamos a agricultores), pese a su ya precaria situación financiera. Tampoco debe olvidarse la decisión del entonces ministro de la misma cartera, José Arista, quien a inicios de este año optó por calmar las protestas de los productores agrícolas mediante la compra de los excedentes de papa a precios artificiales y superiores a los del mercado, una decisión para la que se destinaron S/50 millones. 

En Vivienda, por su parte, cabe recordar la propuesta del entonces ministro Carlos Bruce para otorgar un subsidio (a través de un bono exclusivo) a las parejas jóvenes que alquilaran un inmueble durante un número determinado de años.

Ninguna de estas acciones tuvo mayor sustento que el buscar complacer a parte de la población “beneficiada”. Sin embargo, como las encuestas de aprobación presidencial fueron revelando, los manotazos por oxígeno popular no fueron suficientes. 

Al referirse al nuevo Gabinete, el primer ministro Villanueva ha afirmado que son él y el presidente los responsables de “lo que pase con este equipo que navega en aguas movidas todavía pero que va a llegar a buen puerto”. Así, entre las primeras reglas en su manual de navegación debería estar evitar caer en las mismas tentaciones populistas de sus antecesores.