Con el eslogan “Nos merecemos más”, el jueves pasado el congresista por Dignidad y Democracia Sergio Tejada y el ex procurador anticorrupción Julio Arbizu solicitaron la articulación de diversas fuerzas políticas de izquierda y grupos afines, con miras a las elecciones del 2016. La convocatoria, que no descartó unirse con el Frente Amplio, incluye la participación de los regidores metropolitanos Hernán Núñez y Augusto Rey, la ex regidora Marité Bustamante, la ex presidenta de la Federación de Estudiantes de la Pontificia Universidad Católica del Perú Sigrid Bazán, entre otros. Su objetivo, dicen Tejada y Arbizu, es poner en debate temas como la economía y la inseguridad que vive el país, y decirle a la ciudadanía que no debe estar “resignada a votar por uno de los candidatos que lideran las encuestas”, sino que debe estar abierta a una alternativa de cambio.
Respecto a los planteamientos puntuales de la nueva coalición, el señor Tejada afirmó que “se viene un año electoral y es fundamental discutir ciertos temas como las condiciones laborales de los trabajadores peruanos. No podemos seguir siendo el segundo país de la región con sueldos más bajos, ¿entonces para qué sirve crecer económicamente si no se va a reflejar en los bolsillos de la gente?”.
No estamos seguros de dónde obtiene sus estadísticas el señor Tejada pero, según el INEI, del 2001 a la fecha, el ingreso promedio mensual proveniente del trabajo ha pasado de S/.633 a aproximadamente S/.1.200; un crecimiento de más del 85%. Más importante aun, la mayor parte del crecimiento ha venido de fuera de Lima Metropolitana. Las remuneraciones laborales del resto del país se han duplicado en los últimos 13 años, y en el ámbito rural el crecimiento ha sido aun mayor.
Y no solamente los empleados ganan hoy mucho más que antes, sino que la distribución de la riqueza se ha hecho más equitativa. Como hemos mencionado en anteriores editoriales, en las últimas décadas el coeficiente de Gini, que mide la distribución del ingreso, ha venido mejorando de manera sostenidamente. Esto se ilustra bien señalando que el ingreso promedio del decil de hogares más pobres –el 10% de menores ingresos– ha subido en más de 80% en los últimos 10 años, en tanto que el crecimiento del ingreso de los hogares más ricos ha sido de ‘apenas’ la mitad de eso.
Por otro lado, coincidimos absolutamente con el señor Tejada en que es fundamental discutir una reforma en el mercado laboral. El temor, más bien, es que al calor de la campaña electoral se hagan las promesas del tipo populista que los frentes y coaliciones de izquierda apoyan y que terminan por incrementar la informalidad del empleo –situación que hoy afecta a más del 70% de la PEA–.
Lo que el mercado laboral peruano necesita es fomentar la productividad de los trabajadores y dotar de mayor flexibilidad a la contratación y el despido. La posibilidad de reposición judicial hoy hace que la decisión de contratar a un trabajador se convierta en una obligación potencialmente permanente, lo que termina por perjudicar la creación de empleo formal. Según el Foro Económico Mundial, el Perú ocupa el puesto 130 entre 144 países evaluados en términos de facilidad para contratar y despedir trabajadores –se ubica en el decil inferior del mundo–.
En este sentido, no está de más recordar que muchos de los que componen hoy el frente propuesto por Tejada y Arbizu fueron también férreos opositores a la llamada ‘ley pulpín’, propuesta que si bien no era una bala de plata ni la solución final al problema de la informalidad laboral entre jóvenes, sí proponía alternativas interesantes para flexibilizar y dinamizar sus oportunidades laborales.
En fin, la discusión sobre empleo y economía es bienvenida, pero los señores Tejada y Arbizu podrían empezar reconociendo los enormes avances logrados a través del modelo de libertad económica que a ellos les incomoda. Eso es, por lo menos, lo que sí merecemos.