El ministro de Educación Rosendo Serna anunció que someterá las tesis de Sol Carreño, conductora de "Cuarto poder", y de Karla Ramírez, reportera de dicho dominical, a una evaluación de plagio luego de que ambas expusieran que él habría plagiado más del 70% de su tesis doctoral según un análisis del software Turnitin. (Foto: Julio Reaño/@photo.gec).
El ministro de Educación Rosendo Serna anunció que someterá las tesis de Sol Carreño, conductora de "Cuarto poder", y de Karla Ramírez, reportera de dicho dominical, a una evaluación de plagio luego de que ambas expusieran que él habría plagiado más del 70% de su tesis doctoral según un análisis del software Turnitin. (Foto: Julio Reaño/@photo.gec).
Editorial El Comercio

Un reportaje del programa dominical “Cuarto poder” ha colocado al ministro de Educación, , en un trance del que difícilmente conseguirá salir bien librado. Al pasar el texto de la tesis con la que obtuvo el doctorado en Psicología Educacional y Tutorial en la Escuela de Posgrado de la Universidad Enrique Guzmán y Valle, La Cantuta, por el software antiplagio Turnitin (quizás el más socorrido para detectar casos de deshonestidad intelectual), el espacio periodístico descubrió que no es original de quien se reclama su autor. Más de dos tercios de la tesis “El marco del buen desempeño docente y la inteligencia emocional en los docentes de las instituciones educativas del nivel secundaria de la UGEL Huánuco, 2017″, coinciden, en efecto, con párrafos enteros de otros documentos escritos antes que el que el ministro presentó ante la referida universidad como suyo. Se trata, pues, como se señaló en el reportaje de “un collage de textos que no le pertenecen y que ha utilizado sin citar la fuente”.

La casa de estudios que le concedió a Serna el doctorado no tenía en ese entonces el software requerido para realizar la criba a la que aludimos, pero el máximo porcentaje de texto no original del aspirante al grado en cuestión que acepta en una tesis es del 25%, de manera que, amén del problema político, el ministro deberá enfrentar próximamente otro de orden académico.

Las coincidencias de su tesis con otros documentos, producidos en el Perú o en el extranjero, se extienden por páginas; a veces, palabra por palabra y a veces, con alguna modificación o supresión mínima que no impide, sin embargo, identificar el plagio perpetrado. El calco llega a extremos tales como el de repetir una fórmula de agradecimiento a “Dios nuestro señor” utilizada en uno de sus modelos y el de anunciar un diagrama que en el texto original –la tesis con la que la señora Dilma Zárate obtuvo el grado de magíster en la misma universidad, publicada en el 2011– aparece, pero en el presentado por el ministro Serna, no.

El responsable de la cartera de Educación compareció el domingo por la noche en el referido programa tras la emisión del reportaje que lo comprometía con el afán de brindar explicaciones que mitigaran los efectos del problema en el que se encontraba, pero la verdad es que no aclaró cosa alguna y, más bien, admitió que “algunas citas no se han considerado” (lo que, por cierto, ya constituye una falta bastante grave, más aún viniendo del máximo funcionario en lo que a educación respecta en nuestro país).

Ayer, por otro lado, el espacio periodístico usó “de manera mañosa” el programa de detección de plagios y que va a pasar el texto “con personas que son autoridad”, pero parece difícil que realmente pueda conseguir algo por ese camino, porque todos hemos visto los párrafos en los que milimétricamente reproduce fraseos y reflexiones de otros.

Ahora, además, el que está en problemas ya no es solo él, sino el Gobierno en general: si tener un ministro con una tesis de doctorado plagiada en un 70% habría sido en cualquier caso un escándalo, si por añadidura ese ministro resulta ser el titular de Educación la situación se torna insostenible. Y peor aún cuando otra integrante del Gabinete –como la ministra de Trabajo, Betssy Chávez– también hace unas semanas. No olvidemos que el presidente presume también de su condición de educador y de querer darle a su administración una impronta asociada al aliento que necesita ese sector.

La incoherencia que suponía tener a un funcionario tan poco comprometido con la dimensión científica de la medicina como en Salud, encuentra un paralelo en la presencia de un ministro tan poco respetuoso de los protocolos de honestidad académica en Educación.

El tiempo para las improbables explicaciones se agota. Y si ante la ausencia de ellas el jefe del Estado, como en tantos otros casos, pretende mantener en ese puesto a quien evidentemente no reúne las características adecuadas para ocuparlo, los ojos se volverán hacia el Congreso.

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