El último viernes, durante una rueda de prensa desde la ciudad de Tumbes, el presidente Martín Vizcarra indicó que la disposición para que las personas puedan salir de sus casas dependiendo de su género quedaría sin efecto. (Foto: Presidencia).
El último viernes, durante una rueda de prensa desde la ciudad de Tumbes, el presidente Martín Vizcarra indicó que la disposición para que las personas puedan salir de sus casas dependiendo de su género quedaría sin efecto. (Foto: Presidencia).
Editorial El Comercio

Nadie podría haber previsto el impacto que el tendría en nuestro país. En enero, las noticias de un agente patógeno que afectaba el sistema respiratorio de muchas personas en China se percibían lejanas y la amenaza se creía remota. La vertiginosa expansión de la enfermedad y el anuncio de la Organización Mundial de la Salud (OMS) de que el mundo cogió a todos sin la preparación necesaria, como se ha evidenciado con el colapso de muchos de los sistemas de salud más avanzados del planeta.

Así, el gobierno de , como otros en el mundo, tuvo que tomar medidas drásticas para enfrentar la crisis, inspiradas por la ciencia y las experiencias de otros países pero guiadas, inevitablemente, por la incertidumbre que supone un enemigo completamente nuevo. El objetivo, empero, es y era claro: ralentizar la expansión del virus para evitar el colapso del sistema de salud y, asimismo, reducir el número de contagios y muertos. Con esa meta, el presidente declaró el 15 de marzo, confinando a los peruanos en sus casas por 15 días que, tras evaluar la situación en dos ocasiones, .

Nuestras autoridades han venido tomando decisiones sobre la marcha, una circunstancia inevitable cuando lo novedoso e incierto del reto solo permite que exploremos una porción del territorio con cada paso que damos. Esas son las desventajas de una crisis como la que nos ocupa: un virus del que tenemos conocimiento hace solo tres meses y medio y que la ciencia, a través del ensayo y error, está tratando de combatir. Con el paso de los días, entonces, no es extraño descubrir que algunas de las disposiciones que tomamos no estén rindiendo como esperábamos y que tienen que ser corregidas. Como ocurrió con las que planteó el Ejecutivo hace nueve días.

Como se sabe, la medida en cuestión desembocó en un número desproporcionado de personas saliendo de casa durante las fechas que la norma se los permitía, lo que resultó en que muchos se aglomerasen en distintos establecimientos, derrotando el propósito de lo que se buscaba lograr: limitar aún más la cantidad de personas en las calles. Ante ello, Farid Matuk, miembro del Comando de Operaciones COVID-19, asumió la responsabilidad de lo ocurrido y aceptó que .

En el papel la idea era buena, habida cuenta de que permitía distinguir, a simple vista, quiénes estaban cumpliendo lo dispuesto y mantener a más gente en casa, y había sido (y sigue) implementada en otros países como Panamá. En el Perú, se comprobó que no funcionó, por lo que el Ejecutivo decidió abandonar la medida y el señor Matuk dio la cara de manera transparente. No obstante, se desataron múltiples ataques hacia el mencionado miembro del Comando de Operaciones COVID-19 por la ineficacia de su propuesta.

En un contexto de magnitudes y características tan inusitadas como este, dirigir críticas e insultos virulentos a quienes fallan a la hora de buscar soluciones es mezquino. Exponer ideas y asumir la responsabilidad por las mismas cuando estas no resultan en lo que uno esperaba debe ser incentivado, no castigado. En este contexto, fusilar mediáticamente al señor Matuk resta más de lo que suma.

Ello no quita, claro, que los errores tengan que evitarse a toda costa, especialmente en una coyuntura donde estos pueden ser la diferencia entre la vida y la muerte. Pero cuando la niebla de la guerra es tan espesa y el enemigo es tan formidable como el coronavirus, y el éxito no está en la inacción, sino en actuar rápida y decididamente, los riesgos no van a desaparecer. Los tropiezos y los desaciertos, por su parte, tienen que ser identificados oportunamente, subsanados y convertidos en aprendizajes. No hay otra.


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