Editorial: Algo nuevo
Editorial: Algo nuevo

La encuesta de GfK difundida hace dos días trae esencialmente dos datos relevantes: el crecimiento de la intención de voto por Julio Guzmán y el rezago de la que acompaña a Alan García (el encogimiento de la de Alejandro Toledo es solo una noticia confirmada); sintomáticamente, la carta de estreno y la más jugada, dentro del grupo de los cinco o seis aspirantes a la presidencia que se distinguen del rubro ‘otros’ en todos los sondeos.

Guzmán, en efecto, nunca antes ha postulado a cargo alguno de elección popular y su experiencia en la administración pública (fue brevemente viceministro de Mype e Industria y luego secretario general de la Presidencia del Consejo de Ministros durante este gobierno) pasó bastante desapercibida. Mientras que García, en cambio, está postulando por cuarta vez a la presidencia y ha llegado a Palacio en dos oportunidades.

Esta circunstancia difícilmente puede ser una mera casualidad. Se trata, más bien, de la expresión de un valor que muchos votantes parecen estar teniendo en cuenta a la hora de decantar sus preferencias por tal o cual candidato. Y ellos lo saben.

Por eso, no llama la atención que al ser interrogado acerca de las razones a las que él mismo atribuye su ascenso, Guzmán haya dicho: “Los peruanos están buscando el cambio, están buscando algo nuevo”. 

En toda campaña electoral, la palabra más socorrida probablemente sea ‘cambio’. Ni aun en los países más prósperos, la gente suele estar satisfecha con la situación que le toca vivir. Siempre hay problemas pendientes, demandas no atendidas y espacio para mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, por lo que los políticos saben que tienen que ofrecer el cambio. Y para hacer la promesa verosímil, nada hay como una cara nueva.

Esa es la fortuna de Guzmán y esa la fatalidad con la que tiene que lidiar García. Mientras el primero es un joven sin pasivo político a la vista, el segundo es el responsable de uno de los peores gobiernos que recuerde el país (1985-1990) y está asociado a asuntos tan perniciosos como los narcoindultos, los petroaudios y el ‘baguazo’. 

Y, a su manera, Pedro Pablo Kuczynski y César Acuña tienen también un pasado público con el que deben cargar en la campaña, por lo que no es insólito que a ellos también Guzmán los haya desplazado en la última encuesta.

La verdad, sin embargo, es que la sola novedad no es suficiente como virtud política. Algún contenido ha de tener para constituir una opción electoral razonable y ocurre que, puesto a definir la suya, Guzmán se pierde en la nebulosa. O bien dice cosas muy genéricas (“basta de corrupción”, “hay que invertir en la gente”, etc.), o bien incurre en contradicciones, como las que se han señalado en estos días a propósito de sus declaraciones sobre la ley de consulta previa o la posibilidad de disminuir los impuestos. De ahí, quizá, la fórmula con la que alude al ‘no sé qué’ que parece nimbar su candidatura: ‘algo nuevo’.

‘Algo’, como se sabe, es un pronombre indefinido que –según el diccionario de la Real Academia Española– “designa una realidad indeterminada cuya identidad no se conoce o no se especifica”. Es como si se dijera simplemente que la candidatura que comentamos ofrece “una cosa nueva”. Y eso hace pensar en un electorado que descubre a un postulante al que, por su indefinición programática, puede imaginar a la medida de sus sueños, y no en un candidato que, a partir de sus planes para el país, encuentra o convoca a un electorado.

¿Es eso lo que necesitamos? ¿Alguien por el que se opta por todo lo malo que son los otros y sin saber a ciencia cierta en qué consiste? ¿No es esa la fórmula que nos ha condenado a la frustración y el desengaño tantas otras veces?

El precio de la llegada a las ligas electorales mayores, como dolorosamente ha aprendido Acuña, es el de un mayor escrutinio de parte la ciudadanía y los medios. Y eso es lo que le espera a partir de ahora a Guzmán. Ojalá que, conforme se despeje la incógnita que hoy representa, la novedad que su candidatura entraña esté a la altura de las expectativas de sus entusiastas seguidores y no sea solo el inconsistente decorado que permite llegar al poder para luego manejar el país errática y caprichosamente.

De eso ya hemos tenido bastante y no quisiéramos repetir la experiencia bajo el pretexto de alguna novedad más de apariencia que de sustancia.