Que Hernán Condori no tenía los pergaminos para ser ministro de Salud es algo que quedó patente desde su primera semana en el cargo. Ello, por supuesto, para el que quisiera ver. Su video promocionando la ya famosa “agua arracimada” o aquel otro en el que publicitaba un método para detectar el cáncer de cuello uterino “en un minuto”, así como la circunstancia de que se encontraba incurso en una investigación por los presuntos delitos de cobro indebido y negociación incompatible en agravio del Estado eran razones suficientes para que el Congreso forzara su renuncia de manera perentoria.
Esto, como sabemos, no ocurrió. En el mejor de los supuestos, porque los parlamentarios creyeron cándidamente que el Ejecutivo se encargaría de removerlo. Sin embargo, más temprano que tarde quedó claro que ello no ocurriría (el presidente Pedro Castillo lo respaldó argumentando que venía “de la chacra”) y Condori siguió allí, propiciando la salida de profesionales de alto nivel del Ministerio de Salud y comprometiendo el que hasta ese entonces podía ser reconocido como el único acierto de esta administración: el proceso de vacunación contra el COVID-19.
Finalmente, ayer, luego de que los ánimos del Congreso por destituirlo parecieran haberse diluido y que una bancada que se dice de oposición como Fuerza Popular les mezquinara las firmas a los congresistas que presentaron la moción en su contra, 71 legisladores votaron por censurar Condori. Una reacción tardía que, aunque acertada, no mejora un ápice la imagen que proyectó el Parlamento ante la ciudadanía en las casi ocho semanas que, gracias en parte a su aquiescencia, Condori se mantuvo en el cargo.
Para variar, la jornada de ayer no estuvo exenta de desfachatez. “Hoy se pretende quitarles a estos pueblos originarios que por fin se sienten identificados [a] un ministro”, arguyó, por ejemplo, la legisladora Silvana Robles (Perú Libre), tal vez sin darse cuenta de que, en realidad, quien estaba agraviando a los pueblos originarios con una declaración así era ella misma. Mientras que su compañera de partido, Kelly Portalatino, afirmó que la censura contra Condori era un acto “de discriminación [hacia] un médico cirujano del Perú profundo”.
Un comentario especial merecen aquellos cuestionamientos esgrimidos por varios legisladores oficialistas y filooficialistas en la tarde de ayer sobre un supuesto afán censurador del Legislativo. Nada más alejado de la realidad. Como mencionamos dos días atrás en este Diario, desde que este gobierno inició funciones el Parlamento apenas logró censurar a dos ministros. Un número bastante bajo tomando en cuenta el ramillete de impresentables que esta administración ha llevado al Consejo de Ministros en estos ocho meses. Si hay algo que cuestionarles a los congresistas es su falta de fiscalización, no un supuesto abuso de esta.
Una intervención que llamó la atención fue la del parlamentario Edwin Martínez (Acción Popular) que afirmó que “antes de una censura debiera haber una interpelación” al iniciar su ponencia. Lo curioso no es solo que la interpelación se llevó hace apenas nueve días, sino que en esta el mismo Martínez intervino e, inclusive, felicitó al ministro Condori por haber “absuelto todas las preguntas y las interrogantes de una forma muy clara y precisa”.
No fue el único miembro del partido de la lampa que se llevó los reflectores. Su colega de bancada, Jorge Flores, votó en contra de la censura afirmando que no ‘caería’ en la “presión de la prensa mediática [sic] que quiere obligar a que llevemos al caos a este gobierno” y conminando a sus compañeros a “apoyar, por la gobernabilidad, a este ministro”, mientras que el también acciopopulista Carlos Alva alegó que no se podía censurar al titular de Salud “sin ver los resultados [de su] gestión”.
Tampoco pasó desapercibida la escasa presencia de los representantes de Fuerza Popular durante el debate (con escaños vacíos y la participación de apenas dos oradores) o la circunstancia de que 13 parlamentarios de bancadas como Perú Libre, Juntos por el Perú, Acción Popular, APP y hasta Renovación Popular se abstuvieran en la votación final.
Hay que decir, pues, que en la sesión plenaria en la que se resolvió la censura el Congreso tuvo un comportamiento vergonzoso. Nada distinto, en realidad, al que exhibieron durante toda esta ‘saga Condori’.
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