El evidente temor político que hizo recientemente presa del Ejecutivo a raíz de los cuestionamientos a la adenda del contrato para la construcción del aeropuerto de Chinchero ha estimulado, por lo que parece, los apetitos del fujimorismo por una presa mayor que la que ha supuesto la renuncia de Martín Vizcarra al Ministerio de Transportes y Comunicaciones.
La circunstancia de que, solo dos meses después de que el presidente Kuczynski declarase que la referida adenda ‘saneaba’ los problemas generados por el mal contrato original, se acabara anunciando que ambos serían ‘dejados sin efecto’ y se dejara caer a un tan importante miembro del Gabinete, constituía un síntoma de debilidad evidente. Y varios congresistas de Fuerza Popular (FP) no se han demorado en demandar también que Martín Vizcarra renuncie a la primera vicepresidencia de la República, lo que representaría sin duda un golpe demoledor a quien les ganó la segunda vuelta en las últimas elecciones.
El reclamo, por supuesto, no ha sido orgánico –es decir, nadie lo ha planteado oficialmente a nombre de la bancada– pero las voces que lo han modulado son tan diversas y, al mismo tiempo, representativas de ese grupo parlamentario que se hace difícil creer que no haya existido algún grado de coordinación entre ellas. Entre los que han agitado el asunto se encuentran, por ejemplo, la vicepresidenta del Legislativo, Rosa Bartra, y el vocero de la bancada, Luis Galarreta, amén de Miguel Torres (presidente de la Comisión de Constitución) y otros integrantes del conglomerado naranja de locuacidad más bien estacional, como Daniel Salaverry.
Es sobre todo la naturaleza endeble de sus argumentos para ese pedido, sin embargo, lo que revela que esta es una situación con la que se han encontrado y que tienen más claro el fin que anhelan que la lógica que podría conducirlos a él. Sus intentos de justificación, en efecto, han girado esencialmente en torno a dos consideraciones: que estaríamos ante un escenario similar –y hasta más grave– que aquellos que tuvieron como protagonistas a Raúl Diez Canseco y Omar Chehade (ambos vicepresidentes que, por sendos escándalos, terminaron renunciando al cargo) y que las irregularidades que afirma haber encontrado la contraloría en el informe que habría precipitado la salida de Vizcarra de Transportes hacen indeseable también su presencia en un puesto que, eventualmente, puede colocarlo ante responsabilidades mayores.
“Hemos tenido un señor Chehade que renunció por menos, y un señor Raúl Diez Canseco que renunció por mucho menos”, ha apuntado Galarreta sobre lo primero. En tanto que, sobre lo segundo, Salaverry ha reflexionado en los siguientes términos: “Una persona que no puede manejar un ministerio, una persona que está involucrada en este tipo de irregularidades en ‘megaobras’, no puede estar a cargo de un país”. No sin antes haber sentenciado que el mencionado informe de contraloría “a todas luces, va a llegar a conclusiones respecto a que han existido irregularidades en la firma de esta adenda”.
Lo cierto, no obstante, es que la comparación inicial no resiste análisis, pues mientras Diez Canseco y Chehade resultaron enredados en las situaciones que ocasionaron sus renuncias por gestiones personalísimas, Vizcarra lo hizo defendiendo una política general del gobierno. Y, por otro lado, lo que denuncia la contraloría no se convierte automáticamente en verdad consagrada. De hecho, desde el gobierno, tardíamente, se han alzado voces que ahora discuten en tono airado sus conclusiones.
Vista la flaqueza de sus armas argumentales, entonces, el fujimorismo ha atenuado ya su demanda y desde hace dos días sostiene que solo le está pidiendo al presidente Kuczynski que ‘evalúe’ la conveniencia de mantener a Vizcarra en la vicepresidencia. Pero sus afanes de ir por una presa mayor en el tablero de la larga confrontación que mantiene con el oficialismo ya se vieron.
Hay que decir, empero, que la falta de madurez política se ha dejado sentir en ambos lados de ese tablero, pues la frívola ambición de unos solo ha sido desatada por la inconsistencia y apocamiento de los otros.