El spot colgado días atrás por Solidaridad Nacional (SN) en las redes difícilmente deja a sus espectadores indiferentes. Pero no porque proponga ideas novedosas o suponga un inesperado ejercicio de autocrítica, sino porque plantea asociaciones tendenciosas entre terroristas probados y condenados, y políticos de distinta procedencia a los que no se les puede atribuir esa condición.
En el video se alternan, en efecto, imágenes de Abimael Guzmán, Elena Iparraguirre y Néstor Cerpa con tomas de Verónika Mendoza, Marco Arana, Marisa Glave, Gino Costa y el presidente Martín Vizcarra, en una clara sugerencia de que todos son parte de un mismo fenómeno.
La previsible reacción que tal insinuación generó –y que tuvo su más severa expresión en un comunicado del Tribunal de Honor del Pacto Ético Electoral que demandaba el retiro de la publicidad– ha motivado una respuesta del partido amarillo en la que se sostiene que el spot sencillamente “evoca hechos vividos en el país y pasa revista a los diversos rostros del marxismo en el país y en el continente”. Y se afirma, asimismo, que pedirle a SN que lo retire “es un atentado contra la libertad de expresión”.
La línea argumentativa que esa respuesta postula, sin embargo, merece algunas observaciones. Para empezar, es improbable que todos los personajes involucrados se sientan representantes del marxismo. No es verosímil, por ejemplo, que Gino Costa o el actual jefe de Estado se entiendan como seguidores de esa corriente ideológica. Se puede lanzar la tesis de que sus acciones políticas favorecen a quienes suscriben la referida doctrina, pero ese es un asunto distinto.
En segundo término, es obvio que el contenido más estridente en la sucesión de imágenes aludida no es ‘marxista’, sino ‘terrorista’. No es lo mismo abogar por una economía centralmente planificada –por descaminada que esa iniciativa sea– que matar al prójimo para tratar de imponerla. En ese sentido, las personas cuyas fotografías fueron intercaladas con las de los cabecillas de Sendero Luminoso o el MRTA tendrían todo el derecho de considerarse calumniadas. Por decirlo con una expresión conocida por todos, han sido ‘terruqueadas’.
Cabe anotar que el video incluye también tomas de Hugo Chávez, Fidel Castro y Nicolás Maduro, dictadores y violadores de los derechos humanos sin coartadas frente a los cuales varios de los políticos nacionales incluidos en la propaganda no han sido capaces de deslindar (o, peor todavía, han ensayado defensas vergonzantes), por lo que se podría argüir que, en este punto, la asociación estaría justificada. La verdad, no obstante, es que nuevamente no hablamos de todos y que, en consecuencia, la vocación de meter a unos y otros en el mismo saco acaba siendo sobre este particular también abusiva.
El supuesto atentado contra la libertad de expresión, por último, no existe. Esa situación solo se daría si el retiro de la publicidad le fuera impuesto a SN por la fuerza. Y ese no es el caso: o lo hace motu proprio o su “revista a los distintos rostros del marxismo” continuará a disposición de quien quiera visitarla en las redes. Los que se sientan difamados o injuriados podrán recurrir desde luego al Poder Judicial, pero ese es un derecho que asiste a todo ciudadano y no una mordaza truculenta.
El spot, en suma, constituye desde muchos puntos de vista un exceso. Creer que sus creadores no eran conscientes de ello al momento de lanzarlo sería, sin embargo, ingenuo. Como decíamos al principio, era previsible que la gruesa identificación de terroristas con simples políticos (marxistas o no) levantaría las protestas y la indignación que ha levantado. Y, a falta de propuestas originales que seduzcan a los votantes, esta es por lo menos una forma de atraer su atención. En su afán de conjurar un presunto peligro ‘rojo’, los liderados por Luis Castañeda Lossio han terminado por producir una pieza de propaganda amarilla.