Dos de las cosas a las que esta administración nos tiene acostumbrados son los destemplados insultos de altos funcionarios contra los medios de prensa que critican al Gobierno y los no menos frecuentes arrebatos cascarrabias del presidente del Consejo de Ministros, Aníbal Torres. De vez en cuando, ambos se juntan y engendran escenas para la posteridad, como aquella en la que el titular del Gabinete le espetó a un periodista la frase “muchachito tonto” en plena entrevista solo porque le incomodaban las interrogantes que este le formulaba.
No es la prensa, por cierto, la única depositaria de las furias incontenibles del ministro Torres (basta con recordar, por ejemplo, que al cardenal Pedro Barreto lo tildó de “miserable” y que al Ministerio Público y a los congresistas que recogían las declaraciones de Karelim López los calificó de “bazofia de golpistas”, amén de sus ya célebres elogios al genocida Adolfo Hitler), pero sí una de sus predilectas. Y la semana pasada volvió a dejarlo en evidencia.
En un evento en Palacio de Gobierno, el jefe del equipo ministerial cargó contra Sol Carreño, conductora del dominical “Cuarto poder”, por un reportaje emitido por el programa el domingo 30 de octubre. ¿Qué denunciaba el reportaje en cuestión? Que una carretera ubicada en Huancavelica, cuyo asfaltado fue una promesa de campaña del hoy presidente Pedro Castillo, ha quedado relegada por esta administración. Y que las autoridades de la zona han venido siendo ‘mecidas’ por el gobierno desde agosto del 2021 con supuestas fechas de inicio de las obras que nunca se cumplen.
El destape periodístico, vale subrayar, está plenamente justificado, toda vez que mientras varias obras –no pocas de ellas salpicadas, además, por sospechas de corrupción– se han puesto en marcha en la región natal del jefe del Estado (como la vía de 22 kilómetros que pasa justamente por la casa del presidente y cuyo expediente técnico fue aprobado en apenas 13 días), parece que otras regiones deben conformarse con cronogramas que se postergan sempiternamente. Para el primer ministro, sin embargo, quienes elaboraron el reportaje actuaron de “mala fe” y solo “para hacer daño al gobierno”, mientras que a la conductora del espacio periodístico la calificó de “mala madre”, “mala esposa” y “mala hija”.
Como bien hizo notar Sol Carreño dos días atrás, es sumamente revelador que en su alocución el ministro Torres se haya referido no al reportero que elaboró la nota ni al director del programa, sino únicamente a quien lo conduce. Este dato, sumado a las alusiones sobre el fuero personal de la periodista, desnuda la naturaleza misógina de las palabras del titular de la PCM. Una situación que no puede ser pasada por agua tibia, tal y como lo hicieron saber, desde la sociedad civil, instituciones como la ONG Flora Tristán o la Sociedad Nacional de Radio y Televisión.
La única que no parece enterada de este problema es la ministra de la Mujer, Claudia Dávila, que en una entrevista en RPP calificó los ataques del señor Torres como simples “excesos”, pero evitó reconocer en ellos un trasfondo machista, a pesar de que sus entrevistadores se lo hicieron notar en más de una oportunidad. En cuanto al autor de las palabras, recién en la tarde de ayer publicó un tuit en el que, luego de insistir en que el reportaje buscaba ‘distorsionar la verdad’, explicó que el gobierno del que forma parte “reafirma su lucha contra toda forma de machismo y discriminación”.
Por supuesto, esto último implica una auténtica distorsión de la realidad, pues es evidente que los episodios de cómo, antes que combatir, se promueve y hasta se premia al machismo dentro del gobierno abundan (entre los antecesores de Torres figuran un acusado por violencia familiar y otro denunciado ante la Comisión de Ética del Congreso por decirle a una legisladora que solo faltaba ‘que la violen’). Todo este episodio, en fin, no hace más que pintar de cuerpo entero a un primer ministro incapaz de contestar con argumentos una denuncia periodística fundada, intolerante con los medios que cuestionan al Ejecutivo y que riega su misoginia y sus furias por donde sea que vaya.
Nada de lo que sorprenderse, por cierto.