Editorial: Señora ley
Editorial: Señora ley
Redacción EC

La tormenta desatada por la abrupta renuncia del señor , afortunadamente, fue corta y trajo consigo una positiva renovación ministerial. Por suerte, nos ha dejado un Gabinete más técnico que el anterior. 

Por un lado, han permanecido, por ejemplo, los ministros , Von Hesse, Saavedra, De Habich, Silva o Pulgar Vidal, quienes tienen una bien ganada reputación de especialistas en sus respectivos campos. Asimismo, han tomado las carteras de Agricultura e Inclusión Social sus anteriores viceministros. Mantener y promover a los mencionados cuadros técnicos es una garantía de que se continuará con importantes políticas públicas que se encontraban en marcha, como el programa de destrabe de inversiones, el de titulación de tierras rurales, las iniciativas de participación privada en los sectores Salud y Educación, la lucha contra la minería ilegal o el impulso a las negociaciones de nuevos tratados de libre comercio, entre otras.

Paralelamente, ingresa al Gabinete el destacado economista , quien desde el Ministerio de la Producción tendrá que encargarse de resolver problemas como la controversial regulación de pesca o el desarrollo del plan industrial. Y también se une a la administración , reconocido experto en hidrocarburos que desde la cartera de Energía y Minas deberá resolver las enormes trabas que hoy enfrentan los proyectos extractivos en todo el país.

El Gabinete, así, ha sido reforzado y no se ha cometido el clásico error de privilegiar criterios políticos sobre los técnicos al momento de los nombramientos. Estas son muy buenas nuevas que sin duda tenemos que saludar.

Sin embargo, a pesar de todo lo positivo que hemos reseñado, la salida del señor Villanueva de la Presidencia del Consejo de Ministros también ha traído un sinsabor. Nuevamente, ha quedado muy claro quién tiene la última palabra en este país: la primera dama. 

La crisis ministerial se originó porque la señora desautorizó públicamente al primer ministro, luego de que este declaró sobre las intenciones del gobierno de evaluar un incremento del salario mínimo. Se ha tratado así de una renuncia por lo demás comprensible. Lo que sucedió, a fin de cuentas, es equivalente a que la esposa del presidente del directorio de una compañía corrija los anuncios que sale a hacer su gerente general. Y el que esto ocurra con tanta naturalidad en nuestro país dice mucho sobre la falta de institucionalidad dentro del gobierno. 

Ahora, tampoco es que no estemos acostumbrados a este tipo de incidentes. Especialmente, desde que es un secreto a voces que los ministros despachan con la primera dama, que ella ha elegido a varias de las más altas autoridades del gobierno y que es necesario que ella dé “luz verde” antes de que se implemente cualquier decisión importante en el Ejecutivo. Este papel lo ha reconocido, incluso, alguien que ha sido testigo directo de cómo opera por dentro esta administración. Ayer, señaló que actualmente se gobierna “en base a cúpulas y en base a binomios”, que no se respetan los diferentes puestos y que existen “ministros secretarios”.

El señor Valdés, además, indicó creer que con estas intromisiones la señora Heredia “le hace mucho daño a la institucionalidad del país y eso le pasará factura al presidente Humala. Hay un exceso y un abuso de su posición de primera dama”. Y no le falta razón. Ella no ha sido elegida por el pueblo para encargarse del Ejecutivo. No posee un cargo formal y no tiene la obligación de rendir cuentas. Por esto mismo, los ciudadanos no podemos pedirle información sobre sus actividades, reuniones o gastos. Y el Congreso no puede interpelarla. La primera dama, así, vive en el mejor de los mundos: su palabra es la ley, pero no hay una ley que la controle a ella, pues no tiene las responsabilidades legales a las que se sujeta cualquiera que ocupe un cargo público.

Ojalá en esta oportunidad el Gabinete que estrena el gobierno sepa darse su lugar y que en cuatro meses no veamos cómo el primer ministro regresa a su casa por discrepar con la esposa del presidente.