Editorial: Sueños de Paracas
Editorial: Sueños de Paracas

Cada cinco años, la presentación de los candidatos presidenciales que llevan la delantera en las encuestas en la ) concita una gran expectativa entre los asistentes y la opinión pública en general. Quizá por la naturaleza del auditorio, se espera siempre que los postulantes se esmeren en explicar cómo promoverán la inversión y el crecimiento económico, y qué uso darán a los recursos así obtenidos en un eventual gobierno suyo.

Pero, políticos al fin y al cabo, los aspirantes al sillón presidencial suelen dar más importancia a los mensajes que tienen que ver con su personalidad, su desarrollo profesional o su capacidad de liderazgo que a sus planes específicos. Y la reunión que acaba de celebrarse en Paracas no ha sido una excepción.

Aunque varios de los candidatos-expositores insistieron al iniciar sus intervenciones en que ellos no eran ‘vendedores de ilusiones’ o que no estaban allí para hacerle al país ‘promesas coloridas e irresponsables’, fue ese precisamente el terreno que luego hollaron en sus discursos. Y, así, lo que el público presente aplaudió, con mayor o menor entusiasmo, fue la vocación soñadora de cada postulante y no la demarcación de un derrotero para materializar todas esas buenas intenciones.

El ex presidente , por ejemplo, dijo que debemos “dar el salto de ser una economía primario-exportadora a una economía del conocimiento”, pero nunca nos reveló cómo conseguirlo, mientras que su sucesor, Alan García, declaró que está decidido a promover que el Perú crezca de nuevo a un ritmo mayor al 6% anual y a reducir la pobreza a menos del 10%, lo que aparentemente logrará acabando con la falta de “convicción y el deseo de firmar por temor” de la que padece la actual administración, así como convocando a los “funcionarios ya probados” a que repitan sus viejas hazañas.

El énfasis en las características de los funcionarios que estarán a cargo de la economía fue compartido también por Keiko Fujimori, representante de Fuerza Popular. “El ministro tendrá que conocer la pobreza en el campo; no basta con estudiarla en los libros”, adelantó ella. Pero se abstuvo de revelar cómo ese conocimiento práctico se traducirá, por citar un caso, en el apoyo que ha prometido a los microempresarios y pequeños empresarios (salvo por una alusión a un sistema especial de tributación y un “justo y con períodos de gracia progresivos”). Y cuando una periodista de este Diario la interrogó sobre una medida específica que sí ayudaría a ese fin, como la de flexibilizar la legislación laboral, solo contestó que de ello hablaría “en su momento”.

No fue mucho más concreto lo expresado por , quien ofreció un crecimiento que traerá desarrollo y “una economía resistente a toda amenaza”, pero con poco más detalle que el de aseverar que los “cerros de papeles” que hoy traban la actividad económica serían cambiados bajo su administración por “hojas informáticas”. También en su caso, además, el pedido de precisiones sobre determinados manejos presupuestales a los que se comprometió obtuvo una respuesta asaz gaseosa. “Ya veremos con el ministro de Economía [...] de qué manera hacemos lo que estamos diciendo”, sentenció. Y pasó del tema.

De quien más se esperaba en este foro, por el hecho de que se trataba de un economista que había ocupado más de una vez la cartera del sector, era obviamente de Pedro Pablo Kuczynski (PPK). Sin embargo, aunque sus planteamientos fueron más ordenados que los de sus futuros contendores e incluyeron algunos puntos concretos, tampoco puede decirse que constituyeran un vistazo cabal de su plan de gobierno. Es claro que PPK considera que el Perú debe “abrir puertas y ventanas” a la inversión privada, así como “ser más agresivo” en el combate a la informalidad. Pero, aparte de recurrir a la reducción de algunos impuestos, no parece tener muchas ideas sobre cómo hacerlo. O si las tiene, es un poco reacio a divulgarlas.

En suma, la cita de Paracas fue una ocasión para que los aspirantes a gobernar el país nos confiaran sus sueños sobre cosas como a cuánto piensan ellos que debería crecer nuestro PBI en el siguiente quinquenio, qué puesto deberíamos ocupar en la prueba PISA en el 2021 o cuántos policías más debería haber en las calles a partir del próximo año, pero no para que nos persuadieran de que saben cómo hacerlas realidad. Es cierto que para ello les quedan todavía cuatro meses. Pero el tiempo corre y, aturdidos por los recientes aplausos, ellos no parecen sentir el apremio.