Embarazo adolescente: el Perú llega al 11,5%
Embarazo adolescente: el Perú llega al 11,5%
Editorial El Comercio

Una política de salud pública clave en todo Estado moderno es asegurar que sus ciudadanos tengan acceso a la información y los recursos necesarios para planificar su vida sexual y familiar con libertad, ya que está probado que el control de la natalidad y una buena salud sexual tienen un impacto positivo tanto económico como social.

Ello es particularmente importante en el caso de los adolescentes, pues según expertos un embarazo no deseado en esta etapa de la vida puede tener efectos perjudiciales de largo plazo como la interrupción de los estudios, el desempleo o el subempleo, y un impacto negativo en la salud mental debido al estigma social que conlleva el embarazo adolescente.

Siempre han existido, y existirán, posturas diversas en torno a cuáles son las estrategias más eficientes para controlar la natalidad en los jóvenes. En este sentido, no sorprende que se haya generado una polémica la semana pasada al conocerse la inclusión de textos a favor de la virginidad y la moralidad sexual en el libro “Comprensión lectora 5”, utilizado como material pedagógico por estudiantes de secundaria y, actualmente, en revisión. Uno de estos textos, titulado “La virginidad conservada”, aconsejaba que la edad idónea para iniciar la vida sexual es los 24 años, ya que retrasar el inicio sexual podría evitar embarazos no deseados.

El momento en que un individuo decide comenzar su vida sexual es una consideración bastante personal, que varía ampliamente de persona a persona. Más allá de la edad, sin embargo, lo cierto es que en el Perú la tasa de embarazo adolescente sigue siendo un problema que no hemos logrado resolver: en los últimos veinte años, no se ha reducido debajo de 12%. De acuerdo con la Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (Endes) del 2017, el 13,4% de las adolescentes de entre 15 y 19 años son madres. En zonas rurales, la cifra se incrementa a 23,2%.

Los problemas que ocasiona esta realidad son múltiples, y generan un efecto cadena. Uno de ellos es la deserción escolar: en el 2014 –año en que la tasa de embarazo adolescente fue de 14,6%– el 84,4% de las adolescentes gestantes no asistían a institución educativa alguna. El 48,1% señaló su embarazo como la razón principal por la cual dejó los estudios.

Y como es evidente, interrumpir la educación no perjudica solo a las madres: tiene consecuencias que impactan a sus hijos. Siempre según el Endes 2017, la desnutrición crónica afecta al 27,6% de los niños menores de 5 años cuyas madres solo han cursado la primaria, o no tienen educación alguna. 52,5% de niños de 6 a 35 meses de edad con madres con estos niveles educativos tienen anemia.

Frente a la falta de avances, la discusión debería centrarse en los esfuerzos que se han hecho hasta ahora para reducir el embarazo adolescente, sea desde la salud o la educación. Ello incluye, por ejemplo, examinar cómo ampliar el acceso a los métodos anticonceptivos modernos –en el Perú el nivel de uso de este tipo de control natal en las mujeres de entre 15 y 49 años es de 54%, cuando el promedio de la región es 70%, según el Fondo de Población de las Naciones Unidas–. Involucra, también, evaluar el contenido educativo referente a la sexualidad que se incluye en el currículo escolar.

Avanzar con la tarea pendiente de reducir el embarazo adolescente solo puede generar resultados positivos para nuestra salud pública, sociedad y economía.