Financiarían megaproyectos por más de US$5.000 mlls. este año
Financiarían megaproyectos por más de US$5.000 mlls. este año
Redacción EC

La entrega en concesión del gasoducto sur andino no debe ser considerada un éxito de ningún tipo. Al menos no por alguien que no sea el consorcio empresarial que acabó siendo el único postor del proyecto. El consorcio, esto es, que verá su negocio “apoyado” por quienes en adelante pagaremos un impuesto indirecto, agregado a nuestras facturas eléctricas con este fin, hasta que las zonas que el gasoducto atraviese desarrollen suficiente demanda como para que este pueda ser viable económicamente. En otras palabras: hasta Dios sabe cuándo. Dado el tamaño del gasoducto y el tamaño de la demanda existente en el sur andino, está claro que esta “suficiente demanda” no se dará ni en el corto ni en el mediano plazo, ni, tampoco, en algún largo plazo cuya duración pueda ser más o menos determinable (y esto, contando con las dos centrales térmicas que en paralelo al gasoducto serán construidas en la zona). 

Lo que más bien sí puede ser considerado este proyecto de US$7.328 millones es un motivo de duda. La manera como se ha manejado el otorgamiento de la buena pro ha sido tan poco clara como lo fueron –considerando lo arriba referido– los motivos que llevaron a hacer el proyecto del todo. Como se sabe, uno de los dos consorcios postores fue descalificado al presentarse los sobres por una formalidad: los socios decidieron cambiar fuera de plazo los porcentajes en que participaban del consorcio. Por otra parte, el presidente del comité que dirigió el proceso resultó haber sido asesor de la empresa más representativa del consorcio ganador. La misma empresa que ya antes ha sido relacionada con quienes ahora ocupan cargos gubernamentales y a la que el gobierno habría optado por no ejecutar una millonaria penalidad por un anterior contrato incumplido, impidiendo así un contencioso con el Estado que hubiese imposibilitado que esta empresa pudiera participar en la licitación.

Decir dudas, claro, no es lo mismo que decir certezas, pero, ciertamente, cuando vienen apoyadas en una serie de actos sin aparente justificación, las dudas pueden tener efectos considerables. Por ejemplo, socavar el intento por proyectar la imagen de un país y un gobierno serios y probos. Sobre todo, cuando los casos cuestionables van sumándose. Al fin y al cabo, la línea 2 del metro de Lima, que luego de este gasoducto es la segunda más costosa obra de infraestructura otorgada por este gobierno, dejó también flotando en el aire una serie de incógnitas irresueltas. Como, verbigracia, por qué su presupuesto fue elevándose desde sus primeras estimaciones oficiales hasta casi duplicarse y alcanzar los US$5.658 millones. Una cifra que situaba su costo por kilómetro considerablemente por encima del promedio mundial y que se alcanzó principalmente a base de un trazo subterráneo con una profundidad mínima de 25 metros cuya necesidad nunca fue convincentemente explicada, y a un número de trenes que multiplica casi por tres aquel con el que funciona, con solo un kilómetro menos, la línea 1 del mismo metro. 

Por otra parte, aunque el proyecto de la refinería de Talara, en el que Petro-Perú invertirá US$2.700 millones (con el Estado garantizando explícitamente US$1.000 millones), no ha levantado grandes sospechas de corrupción, sí ha dado importantes indicios de necedad. Y es que, una vez más, el proyecto nunca llegó a ser justificado económicamente –de hecho, diversos análisis de fuentes autorizadas sostuvieron que sería considerablemente más barato para el Perú importar el petróleo refinado–, pero fue sin embargo emprendido de cualquier manera, principalmente, según parecería, por motivos de “dignidad nacional”. Con lo que Talara puede ser sumado a los dos anteriores como el tercer megaproyecto de este gobierno en el que este ha sido claramente culpable, al menos, de falta de transparencia. Y quien actúa sin transparencia es culpable de las sospechas que esta ausencia levanta –sean sobre corrupción, sean sobre la persistencia subterránea de ciertas agendas ideológicas–. Después de todo, como decía Bacon, las sospechas, como los murciélagos, solo agarran vuelo en la oscuridad.