Editorial El Comercio

El terremoto desatado la madrugada del lunes en continúa generando réplicas de envergadura, aunque todavía ninguna víctima de consideración. Ayer, , pedimos que la fiscal de la Nación, Patricia Benavides, diera un paso al costado, pero ella no es la única alta funcionaria que debería renunciar en esta coyuntura. El otro es el defensor del Pueblo, , que ayer compareció ante la prensa y que no solo descartó que fuera a dimitir, sino que además esbozó una estrategia de defensa que consiste en asegurar que él fue más bien una víctima en toda esta trama.

Gutiérrez afirma esto basándose en dos chats entre Jaime Villanueva, el hoy detenido exasesor de la fiscal de la Nación, y un congresista aún no identificado. El primero es aquel en el que Villanueva comenta que el candidato de la señora Benavides era Jorge Luis Rioja, que solo alcanzó a reunir 57 votos el 17 de mayo, cuando el Congreso eligió al defensor del Pueblo. Y el segundo, aquel en el que Villanueva explica que “la estrategia” era quitarle al titular de la Defensoría del Pueblo la presidencia de la comisión especial encargada de designar a los integrantes de la Junta Nacional de Justicia (JNJ) y dársela al presidente del Tribunal Constitucional, a través de un proyecto de ley presentado por el legislador Alejandro Muñante (Renovación Popular).

Se trata de una defensa que busca ser ingeniosa, pero que en realidad resulta falaz. Y, para demostrar esto, recordemos los chats difundidos por la prensa, los mismos que, en palabras de Gutiérrez, dan cuenta de que “mi persona siempre fue el agraviado”.

Es cierto que el 6 de mayo Villanueva le dice a su interlocutor: “Nosotros tenemos la información [de] que Rioja es más cercano a ustedes”; no obstante, acto seguido, añade: “Pero, ¿es cierta la información que tenemos? Nosotros apoyamos a la opción que nos garantice un trabajo coordinado”. Once días después, el día de la elección del defensor del Pueblo, el asesor de Benavides comenta: “Esta es la estrategia: eligen a Josué [Gutiérrez], pero quien presidirá la JNJ es el TC”, en alusión al proyecto de ley que comentamos líneas arriba. Y poco después, cuando Gutiérrez ya había alcanzado los 88 votos que posibilitaron su elección, Villanueva añade: “Tenemos defensor”.

Como vemos, en ningún momento Villanueva se muestra disconforme con la elección de Gutiérrez; por el contrario, parece muy a gusto con ella. Peor aún, al día siguiente, cuando quedaba pendiente de votar una reconsideración sobre su elección, el asesor volvió a la carga: “Estamos muy preocupados porque se vaya a caer la elección del defensor. Tener un titular en esa institución es imprescindible, pues lo que está en juego es algo mucho más importante, inclusive que la misma defensoría”.

Por otro lado, Gutiérrez afirmó ayer que “en ningún momento le he pedido a una autoridad que interceda por mí”. Pero esa es una acusación que nadie le ha hecho y parece más bien un intento por distraer la atención del principal cuestionamiento en su contra y que es incontestable: que él se benefició de una componenda política, ya sea que haya tomado parte de ella o no. Y que esa sola circunstancia empaña no solo su imagen, sino también la de la institución que preside.

No olvidemos, por último, que Gutiérrez ya ha venido afectando esa imagen desde hace tiempo. Desde el principio, su elección siempre generó problemas porque llegó al cargo sin la preparación necesaria y con un historial, más bien, de zalamería hacia los políticos que lo auspiciaron. Tampoco olvidemos que su pasado como abogado del prófugo genera legítimas suspicacias sobre las intenciones por las que Perú Libre lo nominó al cargo y que sus acciones o silencios desde que está en el cargo han motivado una fuga de profesionales de la Defensoría del Pueblo que han sido reemplazados por personas afines a los partidos políticos que lo votaron.

Sería saludable, entonces, que el defensor deje de esbozar defensas falaces y recuerde sus palabras de ayer: “Por encima de las personas están las instituciones”. Precisamente por eso es que su renuncia es imperativa.

Editorial de El Comercio