Esta semana, en un fallo histórico, el Poder Judicial condenó a una treintena de personas en el Caso Perseo y ordenó la disolución del Movimiento por la Amnistía y Derechos Fundamentales (Movadef). Entre los sentenciados destacan dirigentes de la organización disuelta, como Alfredo Crespo (exabogado de Abimael Guzmán), que fueron condenados a 16 años y tres meses de prisión por el delito de afiliación terrorista, e integrantes de la cúpula de Sendero Luminoso, como Elena Yparraguire, Osmán Morote, Florindo Flores Hala (a) ‘Artemio’, María Pantoja, Margot Liendo y Victoria Trujillo, que fueron juzgados bajo cargos de terrorismo. Con excepción de Trujillo, que recibió 35 años de cárcel, los demás ya vienen cumpliendo cadena perpetua desde hace algunos años.
Decíamos que el fallo es histórico por varios motivos. Entre ellos, que, contrario a lo que los cabecillas del Movadef y muchos de sus prosélitos han argumentado en la última década, no estamos ante un movimiento con ideales parecidos a Sendero Luminoso o que fue simplemente infiltrado por este. Lo que el Poder Judicial ha establecido es que el Movadef es parte de Sendero Luminoso; que fue concebido por la gavilla terrorista como un instrumento para lograr sus fines luego de que su cúpula fuera arrestada en setiembre de 1992. “Abimael Guzmán estaba convencido [de] que solo constituyendo un movimiento que participe en elecciones generales podría salir en libertad”, se escuchó durante la lectura de la sentencia. Además, la Sala subrayó que el Movadef financiaba sus actividades con fondos ilícitos, particularmente aquellos provenientes del narcotráfico generado por los remanentes senderistas en el Vraem.
Sostener, en consecuencia, que el Movadef es solamente un grupo de inofensivos seguidores del mayor asesino que ha tenido el Perú en su historia no es solo falso, sino también peligroso, en la medida en que lleva a perder de vista las actividades que estos y otros herederos de Sendero Luminoso continúan realizando. No olvidemos que apenas el año pasado la policía desarticuló a un clan familiar en Trujillo que adoctrinaba niños aprovechándose de que estos provenían de hogares pobres. Ni tampoco ignoremos sus aspiraciones nada veladas de llegar al poder, como de hecho el propio Movadef intentó hacer en el 2011, cuando solicitó su inscripción como partido político.
La sentencia de hace dos días es, pues, un buen ejemplo de que la democracia cuenta con las armas para desnudar y neutralizar a estos grupos. Pero, también, de que como sociedad no podemos perder de vista la amenaza que representan ni, mucho menos, minimizarla.