(Fotos: Andina)
(Fotos: Andina)
Editorial El Comercio

Ante las dudas de si el candidato (Perú Libre) acudiría o no a los debates que el (JNE) ha organizado para los dos últimos domingos de mayo, previos al balotaje que se disputará el 6 de junio, la candidata (Fuerza Popular) lo conminó el miércoles a que “no se corra” y exponga sus propuestas al país. Ante ello, poco después, el sindicalista respondió retando a la exparlamentaria a que su primer encuentro se desarrolle en Chota, Cajamarca, su tierra natal. Luego, la postulante del partido naranja respondió proponiéndole que se den cita en el lugar elegido este domingo a las 8 p.m. Al día siguiente, Castillo exigió, más bien, que se lleve a cabo el sábado a la 1 p.m.: “Señora Keiko Fujimori, no estamos en una dictadura a la cual usted está acostumbrada para quebrarme una agenda que me ha puesto el pueblo. Pero si está tan apurada para debatir, le espero este sábado a la una de la tarde en la Plaza de Armas de Chota para debatir los puntos que quiera”.

Lamentablemente, después de tantas idas y venidas y de intentos de los postulantes al sillón de Pizarro por mostrarse los dientes, las posibilidades de que este evento se concrete parecen remotas. Por un lado, el señor Castillo ha sido sorprendido por un repentino resquebrajamiento de su salud que, según informó, lo forzó a suspender la agenda proselitista que tenía prevista ayer para atenderse en una clínica privada. Por el otro, el JNE ha asegurado que no puede organizar un intercambio de este tipo con tan poca anticipación por cuestiones logísticas. Cada polémica programada, además, tiene asignado un presupuesto y este encuentro improvisado no podría contar con uno. Así, el duelo anunciado solo podrá darse, primero, si el candidato del lápiz se recupera y, segundo, si se consigue un organismo neutral para que lo arbitre.

En todo caso, este juego en el que participaron Fujimori y Castillo seguro tendrá consecuencias políticas para ambos, que quizá se reflejen en las encuestas que vayan a publicarse en las semanas venideras. La circunstancia, empero, parece dejar mejor parada a la primera, toda vez que accedió a todos los peros planteados por su rival. De hecho, este último ha demostrado que puede ser sumamente escurridizo, especialmente cuando la prensa se ha propuesto interpelarlo por sus declaraciones, y reticente a aclarar los puntos más controversiales de su proyecto político.

Ante esto, un debate entre los dos finalistas de este proceso electoral cobra mayor importancia. En ambos casos, que se sometan a un intercambio en vivo y en directo, donde sus declaraciones puedan ser refutadas por el rival y no simplemente celebradas por una muchedumbre de simpatizantes, es harto nutritivo para los electores. Además, la situación deja poco espacio para las evasivas o para que los postulantes se contradigan a su antojo. Esta podría ser una oportunidad dorada para que los ciudadanos obtengan respuestas, especialmente de Pedro Castillo, que recientemente ha dedicado mucha energía a generar preguntas.

No cabe duda de que este tipo de enfrentamientos democráticos son vitales para todos los procesos electorales. Y hoy más que nunca. Ambos contendores se encuentran en aceras ideológicas muy distintas y los dos tienen bagajes que preocupan a la ciudadanía. Sobre Fujimori, permanece fresca la memoria de la prepotencia que ejerció su bancada en el Congreso que fue disuelto. Sobre Castillo, alarma la facilidad con la que propone derrumbar instituciones básicas para la continuación de nuestro sistema democrático (el Tribunal Constitucional, el Parlamento, la Defensoría del Pueblo, etc.). Por todo ello, será fundamental ver cómo se proponen disipar las dudas que suscitan y cuán hábiles son bajo presión.

Que el debate de mañana no se dé sería lamentable, pero no del todo desconcertante. Más bien, ambos candidatos deberían asegurar su presencia en los encuentros organizados por el JNE. Sin pretextos ni bravatas dignas de peleas de gallos. El país necesita verlos en acción.