“Los bochornosos sucesos de ayer: una poblada ataca e incendia las imprentas de ‘La Prensa’ y ‘El Comercio’”. Así titulaba este Diario el ataque que sufrió a manos de seguidores radicales del presidente Augusto B. Leguía el 10 de setiembre de 1919. Tras ello, José Antonio Miró Quesada, director del medio, decidió que la nueva sede sería un edificio moderno, elegante y, sobre todo, más seguro. Una fortaleza para la independencia periodística. Diseñado por los arquitectos Felipe González del Riego y Emilio Tremouille, el inmueble de imponente cúpula y dos fachadas se convirtió inmediatamente en un hito de la ciudad capital. Hoy se cumplen 100 años desde su inauguración.
El edificio ha sido testigo privilegiado de un país en transformación constante. Desde su corazón, la redacción, se ha marcado diariamente –por un siglo– el pulso político, económico, cultural y deportivo del Perú. En ocasiones, le tocó ser no solo narrador e intérprete de los hechos, sino protagonista. Sucedió, por ejemplo, cuando el poeta José Santos Chocano asesinó al escritor y académico Edwin Elmore en el vestíbulo principal del Diario en 1925. También fue sede de recepción de notables visitantes internacionales, entre los que se cuentan Eduardo VIII del Reino Unido cuando aún era príncipe de Gales y Walt Disney. El episodio de luto más doloroso lo tuvo durante el velorio del director de El Comercio Antonio Miró Quesada, y su esposa, María Laos, asesinados por un fanático aprista en 1935. Se llevó a cabo en la misma sala de redacción.
La sede central del Diario ha resistido dictaduras y ataques. La expropiación de 1974, a manos de la dictadura de Juan Velasco Alvarado, no pudo apagar la llama del oficio y, tras seis años de captura, El Comercio fue devuelto a sus legítimos dueños para empezar un nuevo período con aún más fuerza.
Hoy el edificio del jirón Lampa, en el Centro Histórico de Lima, alberga el archivo fotográfico más grande del país y una hemeroteca que contiene desde el primer ejemplar de El Comercio hasta el que hoy, lector, tienes en tus manos. Y en unos meses verá de vuelta a la redacción que regresará a su casa. No es exagerado decir que, a pesar de todos los golpes, este Diario ha tenido la enorme responsabilidad de marcar día a día de la nación y en su tinta está el registro vivo de la república, casi desde la independencia. El edificio que lo cobija es testigo y guardián silencioso de nuestra labor.