Apremiado por la cercanía del cierre de la presente legislatura, el Congreso sometió ayer a segunda votación la iniciativa para restituir la reelección inmediata de alcaldes y gobernadores regionales.
Al tratarse de una reforma constitucional, como se sabe, la propuesta requería ser votada dos veces en dos legislaturas distintas y obtener en ambas ocasiones el respaldo de no menos de 87 parlamentarios. Y si bien en mayo pasado la fórmula recibió 92 adhesiones, en el camino algunas de las bancadas que originalmente la apoyaron fueron cambiando de postura. La prueba más clara de ello es la votación de ayer, donde solo 76 parlamentarios votaron a favor. La reforma, pues, no fue aprobada. Una circunstancia que quizás esté relacionada con el hecho de que su aprobación habría supuesto también la eliminación de los movimientos regionales (una idea a la que se oponen fundamentalmente algunas bancadas de izquierda), pero que es también consecuencia de otro factor que vale la pena considerar.
Las reelecciones, como se sabe, no gozan de gran popularidad entre la ciudadanía. En el caso de las autoridades regionales y municipales, como se recuerda, un discurso simplista y demagogo consiguió hace casi 10 años presentar la prohibición de estas como la solución mágica que erradicaría a los malos elementos que por aquel entonces inundaban los medios de comunicación (especialmente, el hoy preso exgobernador de Áncash César Álvarez). La prohibición, sin embargo, salió adelante y desde entonces el desfile de autoridades regionales y locales por las audiencias judiciales no se ha detenido. Por el contrario, no son una excentricidad los alcaldes o gobernadores que a los pocos meses de haberse instalado en sus puestos ya tienen investigaciones fiscales abiertas. Pese a todo, sin embargo, muchos legisladores todavía se niegan a permitirlas, quizás movidos por el temor de apoyar una medida impopular.
Excepción hecha de la presidencial, no obstante, las reelecciones inmediatas pueden ser positivas. En primer lugar, porque, al ser el eventual premio a una gestión llevada adelante de manera adecuada, funcionan como el estímulo de un buen gobierno. Y, en segundo término, porque permiten a los políticos acumular experiencia y especialización en las tareas que se proponen. Empezar de cero después de cada elección en cualquiera de las instancias de poder aquí mencionadas supone un costo de aprendizaje y una pérdida de tiempo injustificables… Pero los congresistas que no respaldaron ayer la reforma constitucional que nos ocupa no parecen pensar así.
La reelección inmediata de alcaldes y gobernadores tendrá que esperar otra oportunidad, pero debería ser aprobada más temprano que tarde.