"Los reclamos de inocencia, a decir verdad, han resultado en este caso tan insensatos y descaminados como los de alguno de sus antecesores en el cargo".
"Los reclamos de inocencia, a decir verdad, han resultado en este caso tan insensatos y descaminados como los de alguno de sus antecesores en el cargo".
Editorial El Comercio

Exactamente una semana después de haber renunciado a la jefatura del Estado, emitió un pronunciamiento sobre las circunstancias que lo llevaron a hacerlo y la responsabilidad que le tocó en ellas.

Los días transcurridos, sin embargo, lejos de darle claridad, parecen haberlo convencido, más de lo que ya estaba, del diagnóstico que su gobierno hizo de las protestas que estallaron luego de que se lo encumbrase en la presidencia. Merino, en efecto, definió las manifestaciones como un producto “del hartazgo acumulado en décadas contra una clase política corrupta” y deslizó que le “queda la sensación” de que hubo “manos oscuras” que buscaron generar violencia en las calles.

Tiene razón, desde luego, cuando alude al hecho de que la ciudadanía puede estar acumulando hartazgo frente a años de autoridades corruptas… Pero no debería perder de vista que él y el Congreso fueron la gota que derramó el vaso, y que la posición de los ministros liderados por Ántero Flores-Aráoz, que acusaban de extremistas a quienes marcharon, fue el manotazo que acabó de descalabrar su frágil situación en el poder. Según Ipsos, 54% del país asegura que las marchas se llevaron a cabo para exigir la renuncia del entonces presidente.

Asimismo, si hubo “manos oscuras” detrás de las protestas –circunstancia que el gobierno de entonces denunció sin pruebas–, también hubo una abrumadora mayoría de peruanos que las apoyaron y un número considerable que participó en ellas (73% y 13%, respectivamente). Evidencia suficiente de que el descontento iba mucho más allá de cualquier conspiración.

Con el paso de los meses, las responsabilidades penales que pueda haber por el comportamiento de las fuerzas del orden durante las protestas, que desembocó en la muerte de dos jóvenes, se irán aclarando. Tanto el señor Merino como el señor Flores-Aráoz están siendo investigados.

Pero hubiese sido saludable que, después de varios días de silencio, el ex jefe del Estado mostrase un poco de la humildad que su gestión no tuvo. Los reclamos de inocencia, a decir verdad, han resultado en este caso tan insensatos y descaminados como los de alguno de sus antecesores en el cargo.