Al gobierno de la presidenta Dina Boluarte le quedan menos de dos años antes de que el calendario electoral del 2026 consuma la agenda política. Ese es el plazo que tiene, en otras palabras, para dejar enrumbado el país en dos de sus retos centrales: la seguridad ciudadana y la economía. En la última recomposición del Gabinete, sin embargo, Boluarte y el presidente del Consejo de Ministros, Alberto Otárola, desaprovecharon la oportunidad para reemplazar a Víctor Torres, titular del Interior, cuya gestión arrastra mucho más pasivos que activos para el gobierno.
En la cartera en la que sí hicieron un esperado cambio fue en el Ministerio de Economía y Finanzas (MEF), con José Arista en sustitución del desgastado Alex Contreras. Los retos que enfrenta cualquier cabeza del ministerio más poderoso son siempre diversos y complejos, pero en esta ocasión vienen duplicados por un año de recesión económica a cuestas.
Para los observadores de las finanzas públicas hay una necesidad urgente, por ejemplo, de ordenar el equilibrio entre ingresos tributarios y gasto fiscal. El año pasado, el Perú incumplió la regla fiscal por primera vez en 22 años, a pesar de los anuncios de Contreras en los meses anteriores de que sí alcanzaría el número objetivo de 2,4% del PBI en déficit. Un mejor desempeño de la economía en el 2024 sin duda ayudará, pero los esfuerzos de Arista deberán pasar por recomponer los ingresos públicos –que cayeron 12,3% el año pasado–, al tiempo que ajusta el gasto superfluo. La generosidad del presupuesto del 2024 en remuneraciones para el sector público, por citar una variable, es notable.
El MEF deberá también lidiar con un Congreso que viene de su receso parlamentario recargado de varias ideas malas y otras pésimas. Más retiros de los fondos de las AFP, bonificaciones adicionales para docentes, creación de zonas económicas especiales, entre otras iniciativas como estas, figuran entre la lista de prioridades de las bancadas. Así, el riesgo de desmanejo económico mayúsculo viene más del Legislativo que del Ejecutivo, pero es el nuevo titular del MEF quien debe apagar esos incendios lo antes posible.
Lo más importante para Arista será volver a encender el optimismo por el futuro económico del Perú. La retahíla de malas noticias económicas del 2023 se sintió como la triste continuación de la incertidumbre que trajeron el COVID-19 y la presidencia de Pedro Castillo. Las expectativas económicas a tres meses, medidas por el Banco Central de Reserva del Perú, se mantienen en terreno negativo desde el 2021, y la gestión anterior del MEF hizo poco por devolver la confianza. Para el presente año, se espera que la inversión privada crezca apenas entre 1% y 2% luego de la fuerte caída del 2023; cifras sumamente insuficientes para dinamizar el mercado de trabajo y los ingresos de las familias peruanas. A este ritmo, es muy probable que la pobreza siga en aumento.
Finalmente, si el ministro Arista quiere dar la vuelta a la situación, además de su propio ministerio, deberá coordinar con sus pares en sectores como Energía y Minas (ahora también con nuevo ministro), Trabajo y Promoción del Empleo, Producción, y Transportes y Comunicaciones. No todos ellos parecen estar en la misma página. El soporte de la PCM y de la propia presidenta Boluarte será indispensable en esta articulación; sin ese apoyo, es poco lo que se podrá lograr. La mano, pues, no viene fácil, pero no le quedan ya muchas oportunidades al actual gobierno para dejar un legado aceptable en materia económica.