Editorial El Comercio

Esta semana, el país ha vuelto a vivir días agitados después de algún tiempo. El entramado que involucra a como cabecilla de una presunta organización criminal, las reverberaciones que este destape ha producido en instituciones como la Defensoría del Pueblo y el Congreso de la República, la decisión de un juzgado iqueño de no ejecutar la liberación de que muchos –incluyendo algunos magistrados del Tribunal Constitucional– aseguraban era inminente y la disposición del Poder Judicial para que pase formalmente a juicio por el Caso Cocteles, entre otros, han remecido el panorama local en los últimos cinco días.

Con semejante caravana de noticias, es entendible que otros temas menos impactantes hayan quedado en un segundo plano. Sin embargo, sería no solo peligroso, sino también irresponsable dejar de lado una crisis que quizás no lo sea todavía, pero que lo será indefectiblemente en las próximas semanas. Nos referimos a la climática.

Hace unos días, la Comisión Multisectorial encargada del Estudio Nacional del emitió en el que, si bien rebajaba levemente –en tres puntos porcentuales– sus previsiones sobre la posibilidad de que el próximo año el país sufra un fenómeno de El Niño fuerte, ratificaba dos cosas: que este desencadenará lluvias por encima de lo habitual en la costa norte y central, y en la sierra norte (aunque sin descartar este escenario en otras áreas) y que se prolongará “por lo menos” hasta el otoño del próximo año.

Mientras tanto, los indicios de que no estamos preparados para contrarrestar el embate de las precipitaciones continúan acumulándose. En la última semana, por ejemplo, este Diario alertó que en el distrito arequipeño de Paucarpata –recientemente declarado en emergencia– hay en riesgo dado que las zonas en las que se hallan asentadas (Buena Vista y Pozo Negro) pueden terminar siendo el escenario de inundaciones y huaicos en la temporada de lluvias que se inicia este mes. También que, según la Autoridad Nacional del Agua, los trabajos de prevención (limpieza y descolmatación de cauces de ríos y quebradas) en Áncash ante la llegada del mencionado fenómeno presentan .

Recordemos que, a finales de agosto, la contraloría emitió un muy comentado informe en el que se daba cuenta de que, para entonces, solo se había ejecutado para obras que mitiguen la embestida de El Niño y que, en palabras del contralor Nelson Shack, ya no había tiempo para la descolmatación y limpieza de los cauces y quebradas.

Hay, además de lo mencionado aquí, dos noticias a las que debemos prestarles especial atención. La primera es la que se consigna en la edición de hoy de este Diario: que recién para el 2026 el país contaría con el tan prometido sistema de alerta de lluvias, pues el proyecto recién acaba de concluir su fase de estudios. La segunda, que también fue difundida por El Comercio en los días anteriores: que están expuestos a sufrir una alteración en los servicios de agua y saneamiento por el Fenómeno El Niño, tanto por los huaicos e inundaciones que amenazan con azotar el norte, como por las sequías que, según el Senamhi, afectarán a la sierra sur.

Una y otra vez se ha dicho que, si bien El Niño es inevitable, la manera cómo nos preparamos para hacerle frente puede marcar diferencias que se cuentan en vidas salvadas. Y es precisamente allí en donde estamos fallando clamorosamente. La crisis climática quizá sea menos vistosa que la que padecemos en el plano político, pero no deberíamos pasarla por alto. Pues mientras el Perú se enfoca en los escándalos de nuestras autoridades, las lluvias siguen acercándose silenciosas, pero imparables.

Editorial de El Comercio