(Foto: Presidencia)
(Foto: Presidencia)
Editorial El Comercio

El último domingo, el presidente (PPK) hizo lo que muchos –este Diario incluido– le habíamos reclamado hace bastante tiempo: darle al público las explicaciones sobre sus vínculos directos o indirectos (a través de empresas relacionadas) con .

Con prescindencia del desenlace, el solo hecho de enfrentarse a un panel de periodistas de distintos medios televisivos era saludable en aras de la transparencia. En ese sentido, los ciudadanos ganamos. Quien no salió airoso de este ejercicio, sin embargo, fue el jefe del Estado.

Respecto de la relación entre el señor Kuczynski y Westfield Capital, se confirmó que esta compañía era de propiedad del mandatario y que lo fue también mientras se desempeñó como ministro de Economía y luego primer ministro de Alejandro Toledo. Por lo tanto, sí mantuvo interés económico en una empresa que brindó servicios de asesoría a compañías que tenían contratos con el Estado, como Odebrecht.

Esto último asumiendo que el presidente Kuczynski hubiera encargado la gestión de su empresa a su entonces socio Gerardo Sepúlveda, y que se hubiera alejado por completo de la administración de Westfield y de los negocios que esta realizaba –algo que, por lo demás, no pudo demostrar con documentos, pese a los requerimientos de una de sus entrevistadoras–. De hecho, el propio mandatario admitió en un momento de la entrevista que, al ser accionista, ganó “algo de dinero” con las actividades de Westfield.

No se entiende, entonces –y el señor Kuczynski no supo dar una explicación convincente–, por qué siendo previsible el conflicto de intereses, su ex socio, un experimentado banquero y “magnífico profesional” (en palabras del presidente), no utilizó a una empresa de su propiedad, como First Capital, u otra consultora –en lugar de la compañía unipersonal del señor Kuczynski– para brindar servicios a empresas que tenían relación con el Gobierno Peruano.

Otro aspecto sobre el que el señor Kuczynski tampoco pudo despejar dudas tiene que ver con las razones por las que ocultó la información sobre su relación con Odebrecht a través de Westfield y First Capital. Recordemos que solo luego de que se hizo pública la información según la cual Marcelo Odebrecht habría declarado ante fiscales peruanos que su compañía contrató al presidente Kuczynski, este sostuvo en RPP que había sido contratado a través de First Capital para darle servicios de asesoría financiera a H2Olmos –proyecto a cargo de Odebrecht– en el 2012.

El mandatario afirmó ante el panel de entrevistadores que recién conoció que Westfield había celebrado contratos con Odebrecht a raíz de la carta que la constructora remitió a la Comisión Lava Jato, una versión que poco tiene de verosímil. ¿Acaso cuando explotó el Caso Lava Jato –hace más de un año en el Perú– no le preocupó al jefe del Estado la posibilidad de que su empresa, a cargo de su ex socio, hubiera brindado servicios a Odebrecht o a alguna otra constructora brasileña como para indagar al respecto? ¿No era ese un escenario muy probable habida cuenta de que el propio Kuczynski había brindado indirectamente servicios a Odebrecht en el 2012 a través de la empresa de Sepúlveda? ¿No tuvo en consideración tales antecedentes al momento de responder incorrectamente a la Comisión Lava Jato y negar públicamente y en reiteradas oportunidades su relación con Odebrecht?

Al iniciar y culminar su alocución el domingo, el presidente Kuczynski denunció el pedido de vacancia como un “asalto al orden constitucional” y “democrático”. Y aunque es probable que haya quienes quieran alterar las reglas de juego institucionales, en medio de un proceso que está amparado en la Constitución aquellas acusaciones sonaron más bien al intento de excusa de quien se encuentra en un comprometedor trance por responsabilidad propia.

El presidente deberá acudir este jueves ante un pleno de parlamentarios que definirán si sus inconductas ameritan la vacancia presidencial, conforme a las reglas de nuestra Constitución. Y los ciudadanos, seguramente, obtendremos más respuestas. Pero si Kuczynski continúa en el derrotero de medias verdades y conflictos de intereses que aún se niega a reconocer, difícilmente obtendrá una absolución.