Editorial El Comercio

es una pieza central en la investigación por corrupción que compromete al expresidente Pedro Castillo, a su exministro de , al exjefe del gabinete de asesores de esa cartera, Salatiel Marrufo, y otros. Todo indica que, a través de este último, ella entregó fuertes sumas de dinero para obtener favores del Estado para su negocio inmobiliario. Concretamente, nombramientos en instituciones de personas allegadas a ella que tomasen decisiones irregulares y convenientes para sus negocios. La sola circunstancia de que el aparente móvil del golpe del 7 de diciembre del año pasado fuese la inminencia de la revelación de la relación que existía entre el exmandatario y ella da una idea de la gravedad de su rol en la organización criminal que funcionaba dentro del anterior gobierno.

Sin embargo, a pesar de estar involucrada en este presunto entramado delictivo tanto o más que varios de sus coimputados y de que las evidencias apuntan a que era ella, más bien, quien manejaba todos los hilos, ha venido recibiendo de la un trato que llama la atención. Para empezar, a diferencia de los mencionados Marrufo y Alvarado, la señora Goray no solo no tiene impedimento de salida del país, sino que de hecho vive en el extranjero, y solo está sujeta a marcar asistencia cada tanto. Esto, ciertamente, no puede ser identificado con alguna forma de reconocimiento a una voluntad a colaborar o a un allanamiento a la justicia de parte suya, pues no debemos olvidar que, inicialmente, ella se presentó ante los medios de comunicación como la víctima de una extorsión y que solo la abrumadora información en sentido contrario que luego fue apareciendo la obligó a dejar esa historia de lado.

El trato con guantes de seda, por otra parte, no parece ser un detalle exclusivo del Ministerio Público ni concentrarse únicamente en ella. El Gobierno, según nos hemos enterado en estos días, se lo ha dispensado también a sus allegados. ¿Cómo es posible, por ejemplo, que su exesposo Luis Mesones Odar haya continuado hasta este martes como miembro del consejo directivo del Instituto Tecnológico de la Producción (adscrito al Ministerio de la Producción)? La resolución con la que se concluye su designación –y se le agradece por los servicios prestados– ha aparecido más de seis meses después de conocerse el caso de corrupción que comprende a Sada Goray. Y lleva las firmas de la presidenta Dina Boluarte y el ministro del sector, Raúl Pérez-Reyes.

A esa llamativa noticia hay que añadirle otra, difundida también recientemente y que arroja nuevas luces sobre la extensión de la red de corrupción tejida por la cuestionada empresaria. Nos referimos a las revelaciones del colaborador eficaz 09-2023 en el sentido de que todos los movimientos de dinero y de propiedades hechos por Goray se realizaron “por intermedio de la notaría Villavicencio”. El notario Francisco Villavicencio Cárdenas, como se recuerda, fue elegido congresista de Fuerza Popular por el Callao en el 2016 y, de acuerdo con el mencionado colaborador, habría participado en la “emisión de documentos con fechas pasadas”.

No olvidemos, asimismo, que hay testimonios que han contado cómo Goray, mediante desembolsos millonarios a Marrufo que se pagaron con la intermediación de la empresaria Pilar Tijero y del periodista Mauricio Fernandini, logró colocar al presidente y a los miembros del Fondo Mivivienda. Y que habría logrado también tener injerencia en la Superintendencia Nacional de Bienes Estatales (SNB) para impulsar los intereses de su firma, Marka Group.

Es inaudito, pues, que, aun cuando no se ha logrado establecer todavía los alcances de sus tentáculos dentro y fuera del Estado, Sada Goray goce del trato diferenciado y privilegiado que aquí describimos. Con frecuencia nuestras autoridades –tanto las que operan dentro del sistema de justicia como las que ocupan cargos dentro del Ejecutivo– repiten que, en materia de investigaciones y procesos de limpieza para borrar cualquier trazo de corrupción en el Estado, aquí nadie tiene corona. En este caso, no obstante, alguien parecería estar ostentando una pequeña tiara.

Editorial de El Comercio

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