En la tarde de ayer, el presidente Martín Vizcarra juramentó a su nuevo Gabinete Ministerial. Además de Salvador del Solar, que reemplaza a César Villanueva –cuya renuncia fue aceptada el pasado viernes– en la Presidencia del Consejo de Ministros (PCM), hubo cambios también en otras carteras.
En Vivienda, por ejemplo, Carlos Bruce retoma el cargo que ya lució en dos ocasiones –durante los gobiernos de Alejandro Toledo y Pedro Pablo Kuczynski– en reemplazo de Javier Piqué. Paola Bustamante, por otro lado, releva a Liliana La Rosa en Desarrollo e Inclusión Social. Por su parte, la congresista de Alianza para el Progreso Gloria Montenegro presidirá el Ministerio de la Mujer, mientras que la titular del Ambiente, Fabiola Muñoz, pasa a Agricultura, dejando su cargo a Lucía Ruiz. Las otras novedades son las de Rocío Barrios (Producción), Flor Pablo (Educación) y Ulla Holmquist (Cultura). En total, nueve variantes.
Como cabía esperar tratándose del cargo más importante en el Ejecutivo detrás del mandatario, la designación que más ruido ha levantado ha sido la de Del Solar, sobre el que han caído comentarios que van desde el “no vamos a tener una actitud negativa con él, le damos el beneficio de la duda”, que ha expresado el vocero de Fuerza Popular, Carlos Tubino, hasta la sentencia –claramente infundada– del portavoz del Frente Amplio, Humberto Morales, de que “el señor va a asumir la posición de defender las líneas políticas que ha dictado todo este tiempo la Confiep, el empresariado nacional”.
Bien es cierto que Del Solar no es estrictamente un debutante en la arena política. Como sabemos, tuvo a su cargo el Ministerio de Cultura durante la gestión de Kuczynski por poco más de un año. Sin embargo, también es cierto que dicha función no otorga demasiados espacios para el desenvolvimiento del ejercicio político que, en cambio, sí entraña el fajín que ahora luce. La figura del primer ministro es, a excepción de sus demás colegas ministeriales, una baza más política que técnica, y un escudero del jefe del Estado, al que debe guarecer de las críticas que permanentemente se ciernen sobre él desde todo frente. Pero, al mismo tiempo, es además un coordinador del organismo responsable de llevar a la cancha el plan del Gobierno y, con ello, de darle movilidad al país: el Gabinete de Ministros. Ambas –la defensa política del presidente y la articulación de los ministros– funciones sensibles y en las que su predecesor dejó mucho que desear.
Uno puede cuestionar ahora sobre si Del Solar reúne todas las características que el puesto le demanda, o si, más bien, no hubiera sido mejor para Vizcarra convocar a un político que ostente mayor kilometraje. Y en ese sentido, el nuevo primer ministro es, más que una garantía, una apuesta osada del Gobierno.
Sea como fuere, esperemos que el ministro Del Solar nos plantee pronto cuáles serán las líneas que guiarán su gestión en los próximos meses y nos transmita claramente a los ciudadanos acerca de su visión para este año. Además, tiene desde ya la apremiante tarea de recuperar los vasos comunicantes con el Congreso, que se han ido deteriorando, especialmente luego de una cuestión de confianza sorteada con éxito por el Gabinete Villanueva y del pulseo que terminó con el referéndum de diciembre pasado.
Después de todo, habida cuenta de que el país lleva ya ocho años de parálisis, el nuevo equipo de ministros no tiene mucho espacio para aclimatarse antes de empezar a actuar.