Editorial El Comercio

Una encuesta nacional realizada por Datum Internacional por encargo de El Comercio y divulgada en estas páginas el último domingo ha revelado las dimensiones exactas de algo que se intuía de tiempo atrás: . El 90% de los peruanos considera necesario realizar modificaciones en el Gabinete, y apenas un 5% opina que este debe quedarse como está. Los que piensan que el relevo ministerial debería ser absoluto, por otra parte, llegan al 63%; y un 27% se inclina por reemplazos en sectores críticos, como Interior, Economía y hasta la PCM.

El asunto no es nuevo. La insatisfacción de la ciudadanía con la actual administración fue para esta una especie de defecto de origen. Pero que la presidenta Dina Boluarte haya alcanzado por dos meses consecutivos un 85% de desaprobación hace el problema insoslayable. Hasta ahora los cambios en el equipo ministerial han sido una reacción más bien tardía a una censura inminente e incluso, en algunos casos, el mero acatamiento de lo resuelto en ese sentido por una mayoría en el Parlamento. Pero esa no debería ser la fórmula ahora. Lo razonable sería que, motu proprio, la jefa del Estado dispusiese a la brevedad algunos licenciamientos que se caen de maduros y que reforzara su equipo de colaboradores con figuras que conciten en la opinión pública la confianza de la que el Gobierno en este momento adolece.

Por supuesto que el cambio por sí solo es insuficiente. A veces se remueve a un ministro y se coloca en su reemplazo a otro igual de malo o peor, y eso solo profundiza el descontento de la comunidad. Véase, por ejemplo, lo sucedido con el cambio de Vicente Romero por Víctor Torres en Interior. ¿Han mejorado las cosas en ese sector desde la modificación? Pues se diría que no, o no de manera importante por lo menos… Hacer la sustitución sin un plan definido de qué es lo que se pretende hacer para revertir un estado de cosas crítico es absurdo. Es producir solo una ilusión que se desvanecerá seguramente en meses o semanas.

Sea como fuere, hay relevos que no deberían esperar más. El del titular de Energía y Minas, Oscar Vera, es, en nuestra opinión, uno de ellos. Aunque no fuese por otras razones (que las hay), el hecho de que Petro-Perú esté una vez más necesitado de un “rescate” que asciende a los US$2.500 millones debería hacerlo encabezar la lista de los removidos. Algo parecido puede decir del ministro de Economía y Finanzas, Alex Contreras, reciente protagonista de un sainete de renuncia al cargo del que salió con la confianza más mellada de lo que ya estaba. Pretender revertir la renuencia del sector privado a volver a invertir en el país desde un MEF timoneado por él es simplemente descabellado.

Sobre la posibilidad de reemplazar al jefe del Gabinete, , hay opiniones divididas. Es evidente que el desgaste general del Gobierno lo afecta de manera singular, pero el temor de que, tras él, venga algo aún peor determina que el clamor ciudadano por su retiro no sea hoy por hoy el más ruidoso. La presidenta Boluarte tiene allí un dilema espinoso, porque parece no imaginarse a sí misma con otro jefe del Gabinete al lado. Pero, por otro lado, difícilmente pueda proyectarse la sensación de un refresco de cuadros en el Ejecutivo cuando la cabeza se mantiene incólume, por lo que es una opción que debería considerar fríamente.

Por último, hay un detalle asociado a los relevos ministeriales que la gobernante no debería desdeñar: el solo hecho de hacerlos –sobre todo si son varios y simultáneos– constituye un mensaje a la población. A saber, el de que se quiere romper la inercia a la que el Ejecutivo se ha entregado desde el primer día. Se trata de un mensaje poderoso que le aseguraría a la mandataria una bocanada de oxígeno político en el futuro inmediato. Pero que por eso mismo no se puede emitir frívolamente y como antesala a una nueva decepción, sino con un mínimo norte en perspectiva. Ojalá aproveche la oportunidad.

Editorial de El Comercio

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