Foto: Agencias
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Editorial El Comercio

Cerca de la medianoche del último domingo, pronunció dos anuncios que provocaron mucho desconcierto. Primero, al comentar los resultados de la jornada electoral convocada por el régimen chavista para instaurar una Asamblea Nacional Constituyente (ANC) que redacte una nueva Constitución –de la que la oposición se abstuvo de participar, en protesta por su abierta ilegalidad–, el sucesor de Hugo Chávez aseguró que se habían superado los ocho millones de votos (“es la votación más grande que haya sacado la Revolución Bolivariana en toda la historia electoral de 18 años”, afirmó). Y luego, al referirse a la oposición, amenazó incólume: “ellos […] se van apagando, algunos terminarán en una celda”.

Si bien el primer aviso era francamente inverosímil, el segundo –una amenaza inaceptable– tardó apenas unas horas en materializarse. Como se sabe, durante la madrugada de ayer, los opositores políticos y –quienes se encontraban cumpliendo arbitrarias y políticas sentencias de prisión domiciliaria– fueron intervenidos en sus viviendas por miembros del Servicio Bolivariano de Inteligencia Nacional (Sebin).

Según explicó el Tribunal Supremo de Justicia venezolano a través de un comunicado, la aprehensión de los líderes de oposición se debía al “incumplimiento de las condiciones impuestas” para el arresto domiciliario y a la existencia de un presunto “plan de fuga” de ambos. Casi a la misma hora, en televisión nacional, el oficialista Elías Jaua, presidente de la Comisión Presidencial para la ANC, explicaba que la condición de prisión domiciliaria de López y Ledezma los inhabilitaba para hacer declaraciones “sobre todo si estos mensajes llaman al desconocimiento de las instituciones, al desconocimiento de los resultados [de la votación]”.

Con ello, la crisis venezolana llegó a un punto en que las razones esgrimidas por los representantes del gobierno de Maduro para justificar sus atropellos pueden ser entendidas únicamente como delirios; es decir, asuntos que solo ocurren dentro de sus cabezas (¿no es acaso contradictorio acusar a una persona de mantener una voz políticamente activa y de querer fugar del país?). Se trata, además, del mismo tipo de pretextos sin fundamento que fueron utilizados para sustentar el encarcelamiento de López y Ledezma en un primer momento. Y es que a todas luces ambos líderes opositores son presos políticos del régimen chavista.

Por otro lado, la manera como ocurrió la intervención de los integrantes del Sebin es otra prueba de los abusos. En videos publicados en redes sociales por los familiares de López y Ledezma, se muestra que ambos políticos fueron sacados, de madrugada y a empujones, de sus casas por al menos cinco agentes armados.

Todo esto ocurre, además, en un contexto de violencia y quiebre democrático motivado en gran parte por otro dislate de Maduro: la ANC. Esta asamblea constituyente, como denunciamos anteriormente en esta página, ha sido construida ignorando los imperativos constitucionales –pues su convocatoria solo puede aprobarse, según estipula la Carta Magna venezolana, a través de un referendo que, en este caso, no se realizó–, amañada para que el chavismo controle, cuando menos, a la mitad de sus integrantes, y realizada con el objetivo de prolongar el mandato de Maduro y liquidar el único poder que no controla el régimen: la Asamblea Nacional Legislativa.

Sobre los resultados electorales en concreto, sería disparatado creer en las cifras anunciadas por Maduro (8 millones de votantes, es decir, más del 40% de la población electoral). Estas no solo contrastan con las proyecciones de la entidad independiente Torino Group (18% de participación), sino también con el 76,4% de personas que desaprobaban a Maduro y el 70% que se manifestaba en contra de su proyecto constituyente de reescribir la Constitución, según Datanálisis en junio de este año.

Lo más lamentable de todo esto, sin embargo, es que las consecuencias de los delirios de Maduro y sus adláteres dejan sentir su peso en la vida de millones de venezolanos que, al sol de hoy, deben cohabitar con una violencia gubernamental y una crisis humanitaria muy reales.