Nuestras viejas costumbres tradicionales, como las fiestas de Amancaes y de San Pedro, que imprimieran a esta tierra su color peculiar, su sabor local, van borrándose lenta, apagadamente, con la europeización de nuestros modos, con la importación de usos de otras partes y el desenvolvimiento de la retocada Ciudad de los Virreyes, dejando tras de sí, el cuento ameno y sencillo de otros días, de esos días que hacen hablar entusiastas y brillar los seniles y apagados ojos de nuestras abuelas al relatarlos. De todas esas fiestas solo nos quedan algunas, que han perdido su alegría y suntuosidad.