Dejando a un lado razones sentimentales, egoístas y mezquinas, debemos declarar con franqueza que nuestra enseñanza secundaria, tal como se encuentra organizada en la actualidad, deja mucho que desear. Sin profesores especialmente preparados y bien remunerados, sin libros de texto apropiados, sin un verdadero plan de estudios confeccionado con criterio científico, no tiene nada de extraño que los alumnos salgan de los colegios con un bagaje intelectual y moral insignificante. En casi todas las materias del programa oficial la superficialidad, la vaguedad y la falta de criterio sólido son las notas dominantes.