Ayer informamos a nuestros lectores sobre la venta en la ciudad de San Francisco, Estados Unidos, de una campana del templo de San Agustín que perteneció a la torre que fue destruida durante la guerra civil de 1895. De inmediato recibimos diversas cartas en torno a la suerte que corrió dicha campana cuyo nombre es “Mónica”. Según el superior de los agustinos esa campana, gravemente dañada, terminó vendiéndose al peso. Otras personas señalan que si bien perdió una parte de su base, en líneas generales podía arreglarse. Lo cierto es que la “Mónica”, con otra campana más pequeña, salió del país y ahora está en San Francisco. ¿Así protegemos nuestro patrimonio histórico?