La intervención de Italia en el gran conflicto europeo crea para el pontificado de Roma una delicada situación internacional. Rotas las relaciones de Italia con los países austro-alemanes, no pueden permanecer en Roma los ciudadanos de esos países, aunque invistan la representación diplomática de sus pueblos ante el Vaticano. El Santo Padre se ve, pues, en la obligación de entregar sus pasaportes al embajador austríaco y a los ministros plenipotenciarios de Alemania, Baviera, y a los de los demás pequeños reinos y principados católicos de la confederación germánica. Tal situación creará serias dificultades a la cancillería vaticana, que rompería relaciones con algunos pueblos católicos durante todo el tiempo que dure la guerra. ¿Qué hará el Papa?