De todos los días del año es este el más solemne en su tristeza y luto para la Iglesia Católica, pues recuerda la muerte del Redentor. La muerte de Dios para salvar a la humanidad del pecado y abrirle las puertas de su gloria. Nada hay comparable a este grandioso sacrificio del hombre-Dios para reparar la culpa de Adán y su descendencia condenada al dolor y a la muerte por el pecado de este. Obra sublime que levanta al hombre desde su miseria a la condición de poder compartir con el propio Hacedor de todos sus dones y gozar de su propia felicidad. H.L.M.
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