Parece mentira, pero, entre tantas dificultades, Alemania revive. Reaparece sin la librea del Imperio, cubierta con la púrpura de la República y con dolorosas experiencias en el corazón. Alemania seguirá su camino ya no como una soberbia nación que solo pensaba en la guerra, sino como un país no dirigido más por el cerebro enfermo de un monarca enloquecido, sino por su talentoso pueblo. Pueblo disciplinado, trabajador, inteligente, que tiene que reedificar ya no palacios, sino universidades y fábricas. Alemania es fuente de progreso.
H.L.M.