“¡Ánimo!”, exclamó Andrés Manuel López Obrador (AMLO) cuando este lunes 14 de agosto ingresó a su mañanera, término con el que se conoce a la conferencia de prensa que brinda diariamente desde el Palacio Nacional. Suele comenzar así, alentando al pueblo que lo apoya. Las mañaneras describen las virtudes de su gobierno −sobre todo las de él−, junto con las calamidades que produce el frente neoliberal, conservador de sus adversarios. El discurso de AMLO solo tiene dos colores: blanco y negro. La izquierda, compuesta por buenas personas, encarna el progreso, la defensa de los pobres ante los poderosos, la justicia social. Los otros son perversos, codiciosos y corruptos. El tema de esta mañana es el Tren Maya, una megaobra que construye a marchas forzadas pese a las críticas de ambientalistas de medio mundo: 1.525 kilómetros de rieles por las selvas de la península de Yucatán, que unirán 40 municipios y 101 localidades. Un grupo de técnicos va explicando los avances de la primera fase, de Palenque a Escárcega, y los gobernadores de Chiapas y Tabasco destacan los beneficios que recibirán sus regiones. AMLO espera inaugurar el tramo el 1 de diciembre.
Hay muchas preguntas en el aire sobre el proyecto, tanto presupuestales como técnicas, pero en el Congreso la mayoría de Morena, el partido oficialista, ha inutilizado al Instituto Nacional de Transparencia, Acceso a la Información y Protección de Datos Personales (INAI), que obligaría al gobierno a entregar respuestas, sobre el Tren Maya y otras grandes obras. El pleno del INAI funciona con un quórum legal de cinco de siete comisionados, los cuales son nombrados por el Senado conforme van culminando su mandato, cada uno de siete años. En marzo pasado uno renunció, dos culminaron su período y hasta ahora no fueron reemplazados. El pleno del INAI no puede sesionar desde abril. Nadie hubiera imaginado que un organismo que ejerció el liderazgo del acceso a la información pública en América Latina, obligando a presidentes a declarar todo lo que hacían con dinero público, como la relación de invitados a la residencia de Los Pinos en una celebración de cumpleaños o detalles de las compras de ropa interior en un viaje oficial −por mencionar ejemplos picantes−, ahora ni siquiera puede disponer la publicidad de los gastos de cualquier obra pública. El inaudito congelamiento del INAI pinta de cuerpo entero el autoritarismo de AMLO, que no tolera críticas ni controles. Cuando el Senado ya había nombrado a dos reemplazantes, vetó las designaciones.
−Espero que esto empiece a cambiar la próxima semana −dice Blanca Lilia Ibarra, presidenta del INAI, en su oficina de Insurgentes Sur. Ibarra ha peleado con firmeza y serenidad. Presentó un recurso ante la Suprema Corte de Justicia para que cuatro comisionados puedan tomar decisiones hasta que el Senado realice los reemplazos. La base es constitucional, porque la maniobra de AMLO afecta los derechos fundamentales al acceso a la información y a la protección de datos personales, que no pueden quedar desprotegidos. El resultado se conocerá el 23 de agosto.
De resolver amparando al INAI, no sería el primer paralé del Poder Judicial a AMLO. En junio ya le impidió quitarle facultades al Instituto Nacional Electoral (INE) y facilitar acciones de propaganda electoral de funcionarios públicos. Así naufragó el denominado Plan B de su reforma política. Antes, por falta de mayoría calificada en el Congreso, había fracasado el Plan A, consistente en descabezar el INE y el Tribunal Electoral para establecer un sistema con directivos elegidos por voto popular. De modo que, en la actual coyuntura, y faltando menos de un año para las próximas elecciones, el presidente no puede atacar impunemente a los candidatos adversarios. Por eso, una y otra vez, está perdiendo batallas ante un fenómeno llamado Xóchitl Gálvez.
Gálvez, senadora del Partido Acción Nacional (PAN), probable candidata del frente opositor en las elecciones del 2024 −va adelante en las internas− ha sido continuamente atacada por AMLO en las mañaneras. Tiene una trayectoria ejemplar. De ancestros indígenas, vendió gelatinas de niña y trabajó de telefonista de joven para pagarse sus estudios, con los cuales se convirtió en una ingeniera de computación especializada en robótica e inteligencia artificial. Luego fundó empresas de alta tecnología con las que se hizo millonaria. En 1999 el Foro Económico de Davos la reconoció como una de las cien líderes globales del futuro, y un año después Business Week dijo que pertenecía a una élite de 25 nuevos empresarios latinoamericanos. Incursionó en el servicio público durante el gobierno de Vicente Fox para desarrollar políticas en favor de los pueblos indígenas. Su pasivo es que está asociada con partidos desprestigiados como el PAN (donde no es militante), el PRI y el PRD, que competirán con Morena en el 2024. Pero AMLO la reconoce como una adversaria de cuidado, y por eso la atacó persistentemente en las mañaneras.
AMLO mostró su riqueza, sus empresas, sus contratos, lo que ganaban sus compañías de inteligencia artificial para edificios. Usó información reservada del Servicio de Administración Tributaria, tristemente convertido en un arsenal para la artillería contra los críticos del régimen, especialmente periodistas. Xóchitl Gálvez respondió que su dinero era bien habido y que sus empresas eran tan virtuosas que el propio gobierno las contrataba. Considerándose agraviada, obtuvo una orden judicial para ejercer su derecho de réplica, y con el documento en la mano fue hasta donde se realizaba la mañanera del día para intervenir. AMLO no la dejó hablar porque era, según sostuvo, una conservadora que intentaba hacer propaganda con fines electorales. Sin embargo, el Tribunal Electoral opinó que los dichos de AMLO podían constituir violencia de género, en tanto insinuó que las aspiraciones políticas de Gálvez no se basaban en sus méritos sino en la decisión de un grupo de hombres. Por otra parte, un juez federal ha ordenado al presidente dejar de atacarla por tiempo indeterminado.
AMLO tiene más del 60% de apoyo ciudadano, y en las mañaneras suele exhibir una encuesta que semanalmente mide la popularidad de los líderes mundiales. Estuvo en primer lugar, bajó al segundo y al tercero, mas puede subir de nuevo. En la mañanera del jueves 17 mostró que estaba después del primer ministro de la India, Narendra Modi, quien goza del 75% de aprobación, y del presidente suizo Alain Berset, con el 67%. AMLO aparece con 63%. “Gracias por la confianza”, añadió, destacando que desde Francisco Madero, que gobernó México en 1911, ningún otro presidente fue tan ferozmente atacado por sus opositores. Él aún más, enfatizó, porque Madero fue asesinado en su segundo año de gobierno, y él lleva cinco años soportando agresiones. A continuación, despotricó de la prensa infame, algo tan reiterativo como su victimización.
Si las elecciones fueran mañana, el candidato de Morena, probablemente Claudia Sheinbaum, ex jefa de gobierno de la Ciudad de México, ganaría las elecciones. En el país ha bajado la pobreza −no la pobreza extrema−, y la pésima atención de salud y otras precariedades son compensadas por cuantiosos programas sociales y la prédica diaria desde el Palacio Nacional. AMLO podría lograr que su partido venciera, aunque su verdadera apuesta será lograr una mayoría calificada en el Congreso que le permitiera a Morena modificar la Constitución. Entonces los consejeros del INE y los magistrados del Poder Judicial serían elegidos por voto popular y el partido ganador tendría todo el poder. Es su Plan C. Pero constituye un objetivo demasiado alto. La gente podría darle la espalda, como ocurrió cuando quiso apoderarse del INE y causó la mayor manifestación en contra que experimentó su gobierno.