El viernes pasado, los peruanos despertamos con una noticia desconcertante. Hernando ‘Nano’ Guerra García, congresista y empresario, había fallecido la noche del jueves en Arequipa, luego de que sufriera un infarto y fuera trasladado a un centro de salud en Punta de Bombón que no tenía un médico de turno que, quizá, hubiera podido salvarle la vida.
La muerte de Nano, lamentablemente, se suma a la lista de infinitas desgracias que aquejan a los peruanos que no tienen acceso a la salud privada. En este país, es altamente probable que una persona que acude a una posta se tope con un cartel que retrata la precariedad del sistema: “No hay atención médica”.
Así ocurrió el jueves de la semana pasada, cuando Luis Ninapaytán, un vecino de Villa María del Triunfo que sufre de la vesícula, acudió a la posta Santa Rosa de Belén alarmado por un fuerte dolor abdominal. José Cayetano, periodista de El Comercio, reportó seis de estos casos en distintos establecimientos de San Juan de Miraflores y Villa María del Triunfo.
Mayté Ciriaco, periodista de ECData, la Unidad de Periodismo de Datos de este Diario, le puso cifras a esta indolencia: el 45% de los establecimientos de salud de primer nivel de atención sencillamente no tiene médicos. Esto, a pesar de que en ciertos centros de este nivel deberían poder realizarse cirugías ambulatorias e, incluso, internar a recién nacidos.
Lo más triste quizá es que ni siquiera la ley exige que en todos estos establecimientos haya, al menos, un doctor. De hecho, según la norma técnica, en los centros de tipo I-1, que concentran más del 50% del total, basta con tener un trabajador de salud –enfermeros, psicólogos o nutricionistas, por ejemplo–, sin importar que no sea médico. Esto, pese a que, como recordó Mayté en su investigación, la OMS ha estipulado que el 80% de los casos debería poder resolverse en este nivel. De ahí que no sorprendan las interminables colas afuera de los hospitales.
De más está decir que estas falencias causan particular indignación si se tiene en cuenta que el primer nivel de atención ha sido, por años, utilizado como carnada por candidatos y presidentes que han hecho (y roto) incontables promesas de fortalecerlo.
Esta es, pues, la historia que miles de peruanos protagonizan a diario. Y el hecho de que ni siquiera un congresista de la República –uno de los más altos cargos en el Estado– haya podido sobrevivir al kafkiano sistema de salud público peruano no desnuda nada más que la realidad. Ojalá la desgracia sirva, al menos, para recordarles lo obvio a las autoridades.