Lo bueno de los pepecistas es que, al final, siempre se juntan. En este asunto de la precandidatura de Pablo Secada a la alcaldía, por ejemplo, unos empezaron impulsándola y otros saboteándola, pero bastaron un par de meses de exposición pública del precandidato para que unos y otros se terminasen juntando en el esfuerzo de sacarlo de la carrera a como diese lugar.
La verdad es que en un momento pensaron que tendrían que contratar a Castilla para liquidarlo, porque Secada –a pesar de su posgrado en Chicago– no entendía las indirectas ni las semidirectas y continuaba empujando el coche de su postulación hacia el abismo, con todo el pepecismo dentro. Pero al final, la eficaz combinación de las descalificaciones de Raúl Castro con los silencios de Lourdes Flores y la curiosa compensación que se producía entre las sentencias burocráticas de Yamashiro y los gestos incómodos de Marisol Pérez Tello permitieron alcanzar el unívoco cometido socialcristiano: el retiro oprobioso de Secada de una competencia que todavía no había ni empezado. Una curiosa adaptación de la complementariedad y la subsidiariedad que su doctrina prescribe...
Alguien señaló alguna vez que el PPC será un partido de principios pero que sus finales son desastrosos. Esta vez, sin embargo, arrastrados por un insólito desatino, sus militantes han terminado todos reunidos en un solo empeño. A lo mejor hasta están contentos.