El usual buen ánimo de los venezolanos comienza a menguar. Las causas son diversas: unos no toleran la necesaria tortura de estudiantes rebeldes, otros la “incómoda” escasez de papel higiénico, otros aún las ideas formidables de Maduro, quien ha presentado, por dar un ejemplo, una peculiar gorra estampada con su coqueto mostacho y que trae de yapa un par de bigotes falsos.
Algunos bolivarianos estarían perdiendo la fe en el áureo camino del chavismo, se estarían sumando a la extrema derecha y, según las últimas revelaciones presidenciales, tendrían planeado un golpe para junio. Sin embargo, hay una salida a la calamidad, y se encuentra en el seno del verdadero chavismo, aquel que bebe de la memoria del comandante. Miremos qué bien les va a las hijas del comandante, sin duda sus más fieles seguidoras, hoy con un patrimonio de US$2 mil millones según una ONG estadounidense (y esas saben de cálculos). O a Raúl Gorrín y Gustavo Perdono, empleados infatigables de la revolución abocados a la labor periodística que, desde el año pasado, son dueños de Globovisión. ¿Cómo les paga la revolución a sus mejores funcionarios? Pues con millonarias mansiones y uno que otro Ferrari. ¿No es lo mismo que ofrece el mercantilismo inherente al capitalismo salvaje?
Venezolanos reaccionarios, amigos, no se confundan: la revolución no es necesariamente su enemiga. ¡Detengan el golpe de Estado! ¡Denle una llamada al chamo Diosdado y establezcan lazos con el gobierno!