Alejandro Toledo, hombre, padre y –ante todo– víctima del infortunio, ha decidido que dejará de callar ante la injusticia que lo azora diariamente: nos referimos, con él, a la dilatación kafkiana del Caso Ecoteva. Dilatación que, asegura Alejandro, se encuentra dictada por las estratagemas de la infame trilogía del mal. Así, no se nos permitiría comprender que él tiene los bolsillos limpios porque, a diferencia de otros, sí trabaja: vende libros por decenas, enseña en una prestigiosa universidad estadounidense, donde inclusive se le ha visto realizando el ‘ice bucket challenge’, y –agregaríamos nosotros– no es, de ninguna manera, un rentista.
En esta lucha, el ex presidente anunció esta semana lo que calificaremos, políticamente hablando, como su as bajo la manga. Según el implacable ultimátum (sin fecha de término establecida), si las autoridades judiciales no establecen finalmente un plazo para resolver la acusación fiscal pendiente por el Caso Ecoteva, deberá hacer lo que cualquier demócrata haría para defender la democracia manifiestamente en peligro: organizar una nueva marcha de los cuatro suyos. “Eliane tiene mi vincha bien guardada”, ha rematado, como para que no quede duda de que va en serio.
Se pronostica una convocatoria masiva. Esperamos que el clamor popular permita que todos comprendan finalmente que fue la suegra de Toledo la que financió la casa con dinero que tenía como víctima del holoca... o, mejor dicho, con dinero de un marido millonario al que enviud... no, no, ya lo recordé: con dinero de un préstamo de Maim... mejor dicho, fue una inversión de Maiman. Está claro como el agua.