Para olvidarnos finalmente de lo ‘pulpín’, dedicaremos estas líneas al púlpito. Específicamente, a las palabras con las que Nicolás Maduro cerró la exposición de su plan para enfrentar la escasez de productos y la caída del precio del petróleo que afectan al pueblo venezolano: “Son menos divisas [...], pero nunca faltará Dios. Dios proveerá”.
El plan económico de Maduro, conocido como “A Dios rogando, mientras la sigo embarrando”, incluye culpar a sus opositores y Estados Unidos por la escasez. “Los productos que están escondiendo es para irritar al pueblo en una guerra económica”, ha dicho el mandatario (entendemos que lo de irritar alude literalmente al papel higiénico y los pañales chavistas que estarían escondidos en el Pentágono y la Casa Blanca).
Dejando de lado las acusaciones antiimperialistas, ha generado cierta desconfianza en la población que una de las medidas principales para reactivar la economía venezolana sea encomendarla a Dios. Ello no solo porque Maduro habría decidido peligrosamente reemplazar los principios económicos por los ecuménicos, sino también porque el Vaticano ya le habría bajado el pulgar al pedido.
“El hombre propone y Dios dispone, y si el hombre propone tantos sinsentidos, Dios dispone taparse los oídos”, declaró al respecto una autoridad eclesiástica, a quien, creemos, no le falta razón. Ya lo dice el proverbio: “Cuando de tus chavistas recursos quedaste desprovisto, quizá ya sea muy tarde para recurrir a Jesucristo”.