El ministro del Interior, Daniel Urresti, ha sido muy criticado por, puesto en simple, aprovechar cualquier ocasión para ponerse el gorro de policía. Pero esta motivación hacedora (muy distante, por supuesto, del populismo) ha servido para lograr que el 56% de los peruanos considere que está luchando por la seguridad ciudadana. Es decir, que hace bien su trabajo.
Un presidente con problemas de aprobación –pongamos el ejemplo, por poner un caso al azar, de Ollanta Humala– podría inspirarse en la estrategia de Urresti, poner las manos en la masa y tomar acciones que permitan al pueblo ver, muy concretamente, cómo dirige el país, luchando por el crecimiento y la inclusión social. ¿Por qué no tomarse algunas fotos durante una operación relámpago destinada a construir una carretera entre Tacna y Arica, con la camisa blanca manchada de polvo, o poner la primera piedra de un colegio en Loreto? ¿Por qué no destrabar trámites y diversificar la economía de Lambayeque una mañana, y por la tarde tomarse fotos desde un helicóptero sobre el Vraem?
Eso sí, no bastará que Humala ejecute tales piruetas para alcanzar otras de las altas cifras de Urresti: el 58% de personas aseguran que él tiene autoridad. Para eso habría que verlo tomándose unas chelas con los amigos del barrio un martes por la noche o manejando un domingo el automóvil conyugal, con sonrisa de reservista triunfador, hasta el huarique que más odie Nadine.