Como cualquiera con una pasión, nuestros congresistas a veces yerran. Por eso no me sorprendió que Julio Gagó pueda haberse descuidado –en el afán de que hasta al último petit bureaucrate imprima con el tóner que se merece– al usar una empresa fachada para poder vender sus productos al Estado siendo congresista. La falta de estrategia sería evidente: no se abren empresas fachada al lado de las firmes, ni mucho menos se almacenan las existencias de ambas en el mismo local.
Ahora bien, hemos de preguntarnos qué diferenciaría al caído Gagó de los otros 100 congresistas que –según se le escuchó decir– son empresarios y hacen lo mismo. Mi impresión es que Gagó no habría tenido en cuenta el refrán que, lamentándose, repite siempre al teléfono mi madre: cría cuervos y te sacarán los ojos. Todo parece indicar que quienes se encuentran detrás de este barullo son trabajadores resentidos con un Gagó que, yendo en contra del entrañable personaje de sus informerciales, ha resultado ser un jefe poco menos que ejemplar (el audio del congresista habría sido grabado por un ex trabajador, y los cinco testigos de la procuraduría habrían también trabajado para él).
Se trata, congresistas, de entender las usanzas del oficio. Esperemos que, para la próxima, ustedes aprendan de Gagó lo que él no habría aprendido de Urtecho (el ‘robatarjetas’): para el empresario que desea mantenerse en gracia con sus empleados, lo más importante es el ‘chorreo’.